viernes, 11 de agosto de 2017

La Santidad en la Pureza del Corazón

Hoy en realidad no pensaba escribir nada. Quería dejar descansar a los lectores de esta Revista de Espiritualidad, de una intensa campaña, promoviendo las gotas de sana espiritualidad todos los días, de tal manera, de no bajar la guardia, y quienes en serio se han propuesto la tarea de fortalecer su vida espiritual, este ejercicio cotidiano les favorezca en su empeño y en su esfuerzo. 

La vida Espiritual no tiene vacaciones, lamentablemente. Recuerdo que a la gente de la parroquia iniciando el mes de agosto, les decía: ustedes aprovechan estos días de vacaciones para descansar, pasear, ir a la playa o la montaña, para encontrarse en familia, lo único que no olviden es que Dios nos sale de vacaciones ni la fe tampoco, así que a donde quiera que vayan acérquense a la Santa Misa al menos y no dejen de hacer su oración.

Aunque tengamos la tentación de dejar un día de lado nuestro trabajo espiritual, no renunciemos a todo y al menos quedémosnos con una pequeña parte. Ahí días en que amanecemos con desgano y flojera, pero si le damos gusto a la pereza, ella se instala, pero si no le damos gusto a cansancio que acumulamos por el gran esfuerzo que hacemos entonces también perderemos el entusiasmo y la alegría de hacer aquello que es para nuestro bien, pero que lo convertimos en un peso. 

Otra cualidad que tiene el ejercicio espiritual es que no hay apuro, nadie nos está exigiendo como un entrenador en un gimnasio hacer 200 abdominales, vamos al ritmo que demarca el Espíritu Santo. Saber leer eso ayuda a que perseveramos. Tenemos el tiempo que demarque la vida eterna.

La razón por la que escribo hoy estas lineas es para no dejar pasar a una Santa muy hermosa, muy dulce y tierna, pero también con un temple y una determinación inimaginables. Santa Clara de Asís. Contemporánea con Francisco de Asís, un poco más joven, pero que entre ellos dos armaron un despelote en su época cuando ambos siendo de familias adineradas renunciaron a todos los bienes terrenales, riquezas, títulos e incluso palacios, para vivir en la más abyecta y rigurosa de las pobrezas por amor a Jesucristo, el pobre de Nazaret.

Como gotas de espiritualidad les ofrezco estas tres que aparecen en la imagen y la ñapa que se las dejo al final de este escrito. A Santa Clara la veo como la representación de la inocencia y de la ternura, y también la del amor fraternal que pueden cosechar dos personas cuyos corazones laten al unisono por un amor más grande. Una de mis santas queridas. En la que se destaca su amor por la Eucaristía, por eso es representada con una custodia en sus manos. Por último, Clara significa: "vida trasparente"; ella es digna representante de la Bienaventuranza del Señor: "Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8)

La ñapa: "Desde que me dediqué a pensar y meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman sino que me consuelan". 

Esta ñapa tiene una doble intensión. El que tenga ojos que vea. 

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