lunes, 21 de agosto de 2017

Los Sentimientos de Jesús


Una de las primeras cosas que se les enseña a los niños en el catecismo de preparación para la Sagrada Comunión es que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Los catequistas hacen maromas para hacerles comprender a los niños qué significa ser imagen y semejanza de Dios y, los niños preparan su exposición, leen la lectura bíblica del Génesis y todos conformes. Crecemos sabiendo que somos “imagen y semejanza de Dios”, pero en ¿Qué? La mayoría de nosotros no sabría que responder a esta pregunta. Y los que podrían responder, lo harían repitiendo una cartilla teológica que tampoco entienden mucho:

“El hombre es creado a imagen de Dios en el sentido de que es capaz de conocer y de amar, en la libertad, al propio Creador. Es la única criatura, sobre esta tierra, que Dios ha querido por sí misma y que ha llamado a participar, por el conocimiento y el amor, de su vida divina. El, en cuanto creado a imagen de Dios, tiene la dignidad de persona: no es cualquier cosa, sino alguien, capaz de conocerse, de donarse libremente y de entrar en comunión con Dios y con las otras personas” (Compendio del Catecismo, n. 66). 

La teología mucho ha especulado al respecto de este tema, fundamental en la comprensión del ser humano, su sentido, naturaleza y esencia en relación con Dios su creador, su redentor, su salvador. Sin embargo, en el día a día de nuestra fe, poco o nada nos sirve tener una doctrina teológica o antropológica bien estructura para dar razón de esta materia. Necesitamos más que saber que somos “imagen y semejanza de Dios”, sentirlo y trasmitirlo. De tal manera que el punto de referencia más apropiado para esto es la Persona de Cristo, el Hijo de Dios, divino y humano. Y de este Jesús, a quien encontramos en la oración personal, la mejor forma de conocerlo es a través de su Palabra contenida en la Biblia.

Pero son tantas cosas las que podrían ocupar nuestra atención, puesto que la Persona de Jesús es tan conocida por nosotros y, tan desconocida a la vez. No sabríamos por dónde empezar. Para facilitar esta diatriba con la que tropezamos y no dar interminables vueltas en círculo, preguntémonos: ¿Qué es lo más humano que caracteriza a la persona? Los sentimientos (después entraremos en argumentaciones filosóficas, psicológicas, teológicas), pero lo más humano y que hace humano al ser humano, son sus sentimientos y la capacidad y condición innata de manifestarlos aun instintiva e inconscientemente.

“Fue allí donde comprendí
el sentido de la vida,
viviendo del amor y la desdicha,
sintiendo la alegría y también la tristeza,
conociendo lo breve de la vida.
Después llegó de nuevo el sentir del amor
y toda su grandeza”
Anónimo.

Explorar los sentimientos de Jesús nos llevará a navegar por aguas de profunda grandeza y superioridad, puesto que nos paseará por las más especiales emociones y los más consecuentes sentimientos que van dando identidad a la humanidad del Señor. Una identidad que se nos va a ir revelando y va a ir siendo lámpara para que permita “reconocernos a nosotros mismos” contemplando los sentimientos de Jesús. Lo humano de Dios es lo divino del hombre.

¿En qué soy imagen y semejanza de Dios? Dejemos que sea el mismo Jesús quien nos hable. Lo que les propongo hacer es que meditemos los textos del Evangelio en los cuales nos presentan explicita y sobrentendida los sentimientos de Jesús.

Vamos a usar la siguiente estrategia de meditación:
  1. La lista con los sentimientos y los textos bíblicos los habremos copiado con antelación así que en ese momento tendremos nuestra Biblia y la hojita con la información.
  2. Nos recogemos en un lugar tranquilo de nuestra casa, apagamos todos los aparatos que tengamos incluyendo el teléfono. Nos encomendamos al Señor con una breve y espontanea oración.
  3. Hacemos un ejercicio de respiración muy básico y sencillo para sacudir de nuestro organismo cualquier tensión: inhalamos (contando hasta cinco), sostenemos (contando hasta cinco) y exhalamos (contando hasta cinco) por unas 20 o 30 veces, relajándonos lo más que podamos.
  4. Para cada sentimiento utilizaremos un día como mínimo. No hay apuros, ni tampoco carnereras, no pretendemos atinar la cura contra una enfermedad mortal, lo que buscamos es descubrimos y encontrarnos a nosotros mismos en la presencia del Señor y, que él nos revele nuestra identidad.
  5. Leemos detenidamente cada cita bíblica. No pasamos a la siguiente sin sentirnos satisfechos con la anterior. Cerramos nuestros ojos por un instante y recreamos en nuestra mente la escena que nos describió la Palabra de Dios, visualizamos a las personas, el paisaje, nos fijamos en los detalles que nos ha proporcionado la lectura, el resto nos lo imaginamos. No seamos mezquinos con la imaginación, dejemos que ésta nos conduzca a través del pasaje bíblico. Hay quienes logran con esta técnica percibir los aromas del lugar y sienten en su piel la brisa del viento. Detallemos muy bien la escena hagámonos una amplia imagen de ésta. Paseémonos primero como un espectador, luego ocupemos el lugar de los distintos personajes que aparecen en el relato; percibamos su humanidad, su presencia, su realidad. Al final de este recorrido que nos puede llevar varios minutos, vayamos al lugar donde está puesto nuestro interés: Jesús. Mirémoslo, sintámoslo, indaguemos en su pensamiento y en su corazón, hagámosle las preguntas que ameritan y que seguramente tendremos para hacerle y luego, tomemos el lugar de Jesús (empatía espiritual); proponte sentir lo que siente Jesús, de poseer sus emociones y de respirar sus sentimientos. Luego que deambules por los distintos rincones de la Palabra de Dios, abre los ojos, vuelve a leer el texto, no sea que se haya pasado algo por alto.
  6. Ahora, deja a Jesús ser Jesús y proponte ser tú que está ahí y pregúntante cada vez: ¿Qué habría hecho yo? ¿Cuáles serían mis sentimientos? ¿Cómo hubiese reaccionado ante esta situación? Luego que hayas dado este paso has las necesarias conexiones entre los sentimientos de Jesús y los tuyos, saca tus conclusiones personales y hazte propósitos con lo que has experimentado en este ejercicio.
  7. Seguramente una vez que le agarres el ritmo al ejercicio no querrás terminar. Pero hazlo en forma sencilla, con una oración de acción de gracias.
Los Sentimientos de Jesús descritos en los Evangelios:
  • Compasión: Lc 7,11-17; Mt 20,29-34.
  • Fuerza interior de Jesús que se expresa en “rabia” y “tristeza”: Mc 3,1-6; Mc 10,13-16.
  • Alegría, entusiasmo, gozo: Lc 10,21-22.
  • Admiración, sorpresa, desconcierto: Mt 15,21-28
  • Tristeza, conmoción, consternación: Jn 11, 1-43
  • Emoción, ansiedad, agrado, deseo: Lc 22,14-18
  • Agonía, miedo, perturbación, desasosiego: Mc 14,32-36
  • Amor y Ternura: Jn 13,1-20; Jn 15,9-14

Pudiésemos ser más exhaustivos en la búsqueda de los sentimientos de Jesús pero con lo presentado hasta ahora tendremos para deleitarnos espiritualmente un buen rato. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una hermosa reflexión, Jesús ejemplo que debemos seguir todos los seres humanos, magnifico.

P. Yerko Reyes Benavides dijo...

Buenos días. Este artículo de nuestra Revista más que una reflexión sobre los sentimientos de Jesús es una oportunidad para que realicemos nosotros este ejercicio espiritual que se les propone. En la sección izquierda de la página se ha colocado un nuevo apartado denominado "descargas", ahí encontrarán el documento pdf con las especificaciones más detalladas del ejercicio. Lo pueden mirar en linea o descargarlo a su dispositivo.
La intención de esto es que alimentemos nuestra vida espiritual que nos conecte y vincule a Dios con mayor fuerza para que nuestra entrega cotidiana sea más rica, satisfactoria y dé mayores frutos. Animó a todos para que juntos hagamos este ejercicio.
P. Yerko Reyes.