jueves, 2 de noviembre de 2017

Cántico de la muerte a la Vida


No llores hoy por los que partieron al encuentro del Señor. No llores si los amas. 

Que tus lágrimas sean derramadas por aquellos que hurgan entre la basura mientras los poderosos se regodean a expensas de ellos, ante la mirada complaciente de quienes voltean los ojos para no ver la urgencia y la extrema necesidad de éstos, para así, aplaudir con inclemencia a los tiranos que los pusieron ahí. 

Llora por los que día a día no tienen la seguridad de conseguir el tratamiento que les propicie un día más de vida en este mundo, porque a pesar, y contra toda lógica, vale la pena seguir vivo aquí, aunque el Reino de Dios sea la última esperanza para los que anhelan el descanso al sufrimiento y la plenitud de alegría que trae la verdadera paz y justicia divinas.

Que tus lágrimas no deshonren la memoria de aquellos que lucharon con todas sus fuerzas para hacer de este mundo un mundo más humano, fraterno y cordial. Que, con su trabajo, esfuerzo, sacrificio  y entrega, incluyendo su propia vida, dejaron la huella de su presencia y de su paso en el corazón de quienes los conocieron, aunque fuera sólo un instante.

Que tus lagrimas sean hoy expresión de alabanza a Dios por la vida de los que vivieron y partieron esperando, deseando, soñando un mundo mejor, más justo, más equitativo, más leal y cordial, en definitiva más humano con un toque de divino.

No llores por mí, si parto como tantos al encuentro del Padre, llora por tus hijos, hermanos, amigos, vecinos, parientes e incluso por ti y los desconocidos que quedan en este mundo al vaivén de los pérfidos de corazón que hacen todo lo posible por destruir la obra maravillosa creada por Dios para bendecir al hombre y, la venden por pedazos para conquistar una mísera cuota de poder y riqueza que, tampoco  se llevarán el día en que pronto partan de este mundo.

Recuerda que la vida de este mundo es sólo un suspiro en la eternidad de Dios: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos; escogí antes estar a la puerta en la Casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad” (Sal 84,10).

Pleyaderas de la muerte, los muertos no necesitan tus lágrimas. Son los vivos los que necesitan tu compromiso, tu entrega, tú convicción, tu fe, tus principios, tu conciencia en coherencia con tu obrar, tu sacrificio, tu servicio, tu consagración para cambiar aquello que aleja de Dios a los hombres. Llevar justicia, libertad y paz a tantos hombres y mujeres sometidas por las ambiciones y codicias de los felones e inicuos de este mundo es tu misión, tu sentido, y la razón de tu llorar. 

Los muertos no necesitan tus candiles bañados en agua y sal; son los “muertos en vida” los que necesitan el candor y calidez de tu corazón, la luz de tus pensamientos y la convicción del amor a Dios en tus obras. 

La muerte se rindió bajo los pies del Resucitado. 

Responsos necesitan los que han perdido la esperanza en Cristo Vivo y Resucitado. 

No llores si me amas.

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