Una de las cosas que
más difícil se me ha hecho digerir con el paso de los años, y aun teniéndolo
frente a mi todo el tiempo.
Miles de veces
meditado, montones de veces sujeto de la oración, otras tantas veces reclamado
desde la efervescencia de las emociones entremezcladas que llevan al alma a un ardiente desbordamiento, cual volcán en erupción.
El contenido doctrinal
construido en base a la visión cristiana, no tanto optimista, como si
triunfalista, ha hecho más difícil comprender la innegable verdad, dolorosa estacada para la fe, y estremecedor golpe a la esperanza: Dios no lo puede todo, ni hay
realidades humanas en las que su -teológica- omnipotencia pueda intervenir para cambiar el
devenir histórico de sus causas con sus efectos.
Hemos crecido con la
imagen de un Dios que, todo lo sabe, todo le pertenece, todo lo puede, para Él
no hay nada oculto y todo está sujeto a su omnisciencia y omnipotencia.
La humanidad está cansada
de gritarle a Dios desde todos los rincones
de la existencia y los más
remotos lugares de este mundo: que padece y sufre inconsolablemente. Levanta
los brazos y sus ojos fijan su mirar perdido en los confines de un cielo del
cual esperan aparezca “el Cristo”, aquel a quien llaman “Rey del Universo”,
para que intervenga todopoderosamente,
ante las situaciones más cruentas y crueles por las que los hijos de Dios, de todos los
lugares de este mundo, lloran indeteniblemente; como indetenibles son las razones por las cuales se desbordan en lágrimas.
Muchos hablan del
cinismo de Dios, incluso de la muerte de Dios. Otros, aferrándose a la fe como
tabla de salvación, sin argumentos, declaran más para no sentirse devastados
que como verdad concienciada: “Dios tarda, pero no olvida”.
Un mundo sin Dios, sólo
es concebido en el nihilismo de los ateos. Sin embargo, en ellos no hay
descaro; el descaro está en los que creen en Dios para hacer que la vida sea
más fácil y más placentera. Millones de velas se encienden en los altares de los
templos con esa egoista intención.
Dios
no es eso. La existencia de Dios no está marcada con ese
sello. En este momento no puedo dar razón, ni respuesta a la interrogante que
surge: ¿Entonces cuál es la razón de ser y de existir de Dios? Sólo puedo
contestar: Él es el Amor y existe para el Amar.
¿Cómo?: No a nuestra medida, sino a la suya.
¿Cómo?: No a nuestra medida, sino a la suya.
El camino espiritual es descubrir, sentir y vivir en “Su Amor” y no el que nosotros pretendemos que sea. Ponerse al servicio de ese Amor, que todavía la más ilustre e híper-clara teología no ha sabido contestar en sus más doctos representantes: ¿Por qué y para qué Dios se sometió a la Cruz? ¿No fue suficiente el abajamiento de naturaleza: de divina a humana? ¿Con la humanización de su divinidad no fue suficiente para divinizar la naturaleza humana? ¿La Cruz fue el precio de esa divinización?
En la teología
ofrecerá razonamientos; pero sólo en y desde la espiritualidad y la mística
encontraremos la “visión beatifica” que nos deja contemplar la insondable
esencia de Dios, la magnitud de su corazón, su inescrutable Amor y, yendo más allá,
nos hará participes de su intimidad e interioridad.
La
gran verdad es que Dios no puede hacerlo todo: No es el propósito de su
existencia, ni el sentido de acción, ni la razón de su Amor.
Etty Hillesum, gracias
por tu existir. Gracias por haberte tomado la molestia de dejar en tu diario
respuesta a estas inquietudes que atormentaban mi intelecto y que atormentan la
esperanza de muchos cristianos hoy en día que le reclaman a Dios su inacción.
Por ti Etty ahora me siento más libre, y vuelo contigo en la eternidad, puesto que tú en tu tiempo lo viviste y, me das la serenidad de vivirlo por ti, ahora, cuando el mundo va volviéndose aterradoramente indolente a la tragedia y al dolor de la existencia humana en miles de millones.
Por ti Etty ahora me siento más libre, y vuelo contigo en la eternidad, puesto que tú en tu tiempo lo viviste y, me das la serenidad de vivirlo por ti, ahora, cuando el mundo va volviéndose aterradoramente indolente a la tragedia y al dolor de la existencia humana en miles de millones.
Me costó muchas horas de meditación entenderlo, pero cuando deje de buscarlo con la razón y abrí el corazón ya no necesite argumentos, hice mía tu oración y ahora oro a Dios con la libertad de mi corazón que late junto al tuyo en amor incondicional a Dios.
"En la vida hay lugar para todo: para una fe en Dios y
para una muerte miserable...
Que un pequeño corazón como el humano pueda experimentar tantas cosas, Dios mío, pueda sufrir tanto y amar tanto...
Te estoy muy agradecida, Señor, porque Tú has elegido mi corazón en este tiempo para experimentar todo lo experimentable...”
Ya no hay
recriminaciones, ya no hay demandas, ya no existen exigencias, liberé a Dios de
la cárcel de mi Razón –oprimido ahí bajo doctrinarías montañas- para que, así, Él
pueda liberar mi alma en su Amor y hacer de mi pobre amor, un Amor redentor
como el suyo, tal como lo hizo con el tuyo.
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