¿Has oído hablar de descanso en el espíritu? ¿Sabes lo que
significa?
No, no voy a hablar de ese “descanso en el espíritu”. No es lo mismo decir "descanso en el espíritu" que vivenciar un "descanso espiritual".
La necesidad del alma de encontrar espacios de respiro en donde pueda
re-centrarse y concentrarse para recuperar el equilibrio natural que permite
afrontar las intemperancias del trajín cotidiano, ese es el “descanso espiritual”, al que me refiero en este artículo.
Son muchas las ocasiones en que ese equilibrio interior se
ve estremecido por las intensas contradicciones a las que el alma se ve sometida,
donde incluso las emociones son estremecidas constantemente y, la más mínima
disonancia convierte a la persona en un volcán en erupción.
Esta volatilidad hace más difícil la extroyección del alma
en sus virtudes más genuinas y auténticas. La inteligencia se ve contraída y
sometida a la impetuosidad de los instintos donde cabe perfectamente la
afirmación paulina: “Porque no hago el bien que quiero; mas el mal que no
quiero, éste hago” (Rom 7,19)
Y, lo triste es que seguimos adelante sin la menor
intención de cambiar, porque nos replegamos en la obcecada auto-justificación,
en la cual, infantilmente responsabilizamos a otros del descuido personal en cultivar “el
descanso espiritual” como estrategia de dominio y autocontrol.
El espejo en el que nos miramos para encontrarle espacio
en nuestra vida espiritual, al descanso, es el mismo Jesucristo. Él constantemente
buscaba ocasiones para ello, y si las circunstancias no se lo permitían, se las
inventaba, pero, entre las prioridades cotidianas en la vida del Señor estaba,
lo que los evangelistas conjuntan en denominarlo “momentos de oración”.
No necesariamente todo lo que Jesús realizaba en esas
escapadas era oración. La meditación como un indagar en los misterios del
Corazón de Dios estaba seguramente presente en esos momentos, donde el espíritu
movía al alma a navegar las aguas interminables del amor de Dios.
La práctica hace al hábito y un hábito aprendido cambia el
comportamiento, de ahí viene la fuerza espiritual necesaria para ejercer
dominio sobre la impulsividad que desencadena el mal que no se desea.
Etty Hillesum, quien no se relacionó con Cristo, pero que
si se dio tiempo para transitar libremente por las profundidades del corazón de
Dios, describe que basta un breve momento para encontrar ese descanso espiritual que le da al alma
el equilibrio y la impulsa a realizar en todo el bien que le es inherente por
condición divina y, es el momento más importante de todo el día, porque es el
instante centrante.
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