En el catecismo que recibimos
de niños se nos enseñó como verdad irrefutable que los dones del Espíritu Santo
son 7, ni más ni menos. Esto ha sido reafirmado, corroborado, reforzado hasta
el cansancio cada vez que se aborda el tema del Espíritu Santo, que sin ser
tabú se deja para ocasiones muy puntuales dentro del calendario litúrgico, y
desaparece casi por completo de la palestra de la meditación y de la oración
cotidiana.
A no ser que por devoción
personal se haga al inicio de una reunión de trabajo de algún grupo de
apostolado parroquial, presidida por el párroco, o algún seglar sensibilizado
en la necesidad de hacer presente con mayor frecuencia la moción del Espíritu a
través de la oración bien conocida por nosotros:
Ven, Espíritu Santo, Llena los
corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu:
Y renueve la faz de la Tierra.
Oración:
Oh Dios, que llenaste los
corazones de tus fieles con la luz del
Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con
rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Sin
embargo, el Espíritu Santo sigue siendo el gran desconocido de los cristianos
católicos. No el gran ausente, sino al que la devoción popular menos ha tomado
en cuenta. ¿Será acaso por la ausencia litúrgica de éste en la vida de la Iglesia
que se ha sacramentalizado en vez de haberse diversificado, tal como lo
promueve la acción del Espíritu?
Más
allá de este cuestionamiento que no es el propósito de este articulo ahondar en
él, está ir un poco más allá de las enseñanzas arraigadas en la conciencia de
colectivo cristiano, y mirar otros elementos que no han sido tenidos en cuenta,
aunque forman parte de la Revelación en la Sagrada Escritura.
Los
siete dones conocidos por todos, recordados por algunos, y vividos por menos
son: Ciencia, Entendimiento, Sabiduría, Piedad, Temor de Dios, Consejo y
Fortaleza. No me voy a detener en explicar el significado de cada uno de estos
dones, sin embargo dejo el referente bíblico en el cual se sustenta cada don,
de tal manera que si no tenemos claro el significado de cada uno de éstos
podamos a través de la meditación de la palabra de Dios meditar en ellos y
elevar nuestra oración para que los hagamos vida en nuestra cotidianidad.
- Sabiduría: Mt 10,19-20
- Entendimiento: Jer 24,7
- Consejo: Is 11,3-4
- Ciencia: 1Cor 2,11
- Piedad: 1Cor 12,1-3
- Fortaleza: Ap 2,10
- Temor de Dios: Is 11,2
Hay
algo que la experiencia nos: “Decir
todos es decir Nadie”. Ya en muchas ocasiones se hecho manifiesto que Dios
nos es una “abstracción del intelecto humano”, sino una “Persona” con identidad
y características propias, a decir verdad, son Tres personas, un Solo Dios, una
misma naturaleza divina: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La realidad abstracta de
su naturaleza Él la Reveló, dando a conocer los secretos de su intimidad
divina.
Así
pues, existen otros 7 dones que nos son todavía más desconocidos que los que
aprendimos en el catecismo y recordamos en cada fiesta de Pentecostés o en el
día de la Confirmación.
“Pero teniendo dones diferentes, según la gracia que nos
ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe;
si es el ministerio, en el ministerio: la enseñanza, enseñando. El que da, con
sencillez; el que preside con solicitud, el que ejerce la misericordia, con
jovialidad” (Rm 12,6-8)
Resulta
pues que los otros dones del Espíritu Santo, en los cuales San Pablo recalca el
imperativo de “úsense” son:
- Profecía
- Servicio (Ministerio)
- Enseñanza
- Exhortación
- Dar (Repartir)
- Presidir (Administrar)
- Misericordia (Compasión)
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