viernes, 10 de noviembre de 2017

Ven Espíritu Divino: Renueva la faz de la tierra

Mirando por aquí y por allá, visitando mi biblioteca persona y navegando por las distintas páginas aceptables de la inmensa red digital, no encontré nada que satisficiera mi curiosidad por descubrir el origen de las dos oraciones más hermosas de dedicadas al Espíritu Santo, un de ellas utilizada como cántico antes de la proclamación del Santo Evangelio el día de Pentecostés, me refiero a la Secuencia al Espíritu Santo.

Es una verdadera lástima que la conocida Secuencia al Espíritu Santo sea proclamada litúrgicamente una sola vez al año y luego, más por nuestra indiferencia que por el ordenamiento litúrgico de las fiestas y solemnidades de la iglesia en los distintos tiempos litúrgicos, esta oración quede enterrada en el baúl de las rúbricas y olvidada por los portadores del Espíritu del Señor hasta el siguiente año. 

Ante las múltiples dificultades que atravesamos como humanidad, las problemáticas de siempre a las que se les unen las nuevas haciendo de este mundo un ambiente hostil para la humanidad, en su fragilidad esencial, y cuando digo fragilidad no me refiero en nada a la debilidad, necesitamos urgentemente de la Acción del Espíritu de Dios que “renueve la faz de la tierra”. 

La Secuencia del Espíritu Santo nos habla de la problemática humana generada por éste, en la erradicación de Dios de su horizonte y, por otro lado, de la insistencia y persistencia de la Acción de Dios a través de su Espíritu que hace “nuevas todas las cosas”, nos deja el concepto místico de la “Re-Creación” de todo. Es decir de una nueva creación por el Amor y los Dones espirituales.. 

Sigue siendo tarea pendiente abrir el corazón plenamente a la acción del Espíritu y abandonarse totalmente a ella, descubriendo no solo el significado conceptual de los dones del Paráclito sino lo que los dones son capaces de realizar en la vida del conmovido espiritualmente por ellos. 

No quiero hacer una disertación teológica de esta meditación. Quiero más bien, motivar a que la oración al Espíritu Santo este más presente en nuestro día a día. Este es indiscutiblemente el tiempo –histórico- del Espíritu del Señor, es por medio de Él y junto a Él que todo encontrará plenitud. Y quizá, sólo quizá, porque no hemos sabido vivir en la moción –flujo e influjo- permanente del don Dios es que no hemos encontrado la plenitud en nada de lo verdadera y distintivamente humano. 

Oremos insistentemente, oremos constantemente, no pidamos lo que creemos nos hace falta, lo que pensamos que necesitamos: “Dios sabe desde antes que se lo pidamos lo que nos hace falta” (Mt 6,8). A final de cuentas no sabemos pedir lo que nos conviene, por eso pidamos el Espíritu de Dios (Cf Lc 11,13).

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