lunes, 9 de octubre de 2017

No preguntes ¿Cuánto me amas? Asegúrate de preguntar ¿Cómo me amas?


Hay amores que definitivamente no son amores. Hoy día, respecto al amor a casi cualquier cosa le damos ese nombre, desvirtuando su significado, envileciendo su sentido, depravando su expresión y corrompiendo su esencia. Hace algún tiempo aprendí a decir no. Si ese es el amor con el que me vas a amar, no lo quiero, prefiero seguir amándote sin que me ames. La cantidad de amor es efímera, una ilusión, una nube que la desvanece el viento en el firmamento de la vida.

Hacía tiempo que quería dedicarles unas líneas de espiritualidad especialmente a las mujeres, abordando este tema del amor. Son ustedes damas las que sustentan con su entrega y servicio, con su tiempo y recursos, con su disponibilidad, aguante y resistencia la vida de los hogares “cristianos” y también el funcionamiento de muchas de nuestras iglesias; por no decir, que ustedes las mujeres son un pilar indispensable, sin el cual, el edificio espiritual de la Iglesia del Señor, no se sostendría.

Teniendo ese deseo en mente no había encontrado la excusa para sentarme a escribir en forma y formalmente sobre esta propuesta que lo dice todo con el párrafo de inicio. Sin embargo el pretexto llegó, como llega la inspiración al artista que se pasea rondando la tela de su pintura sin definir en su mente, pero más que nada en su alma lo que anhela plasmar en el lienzo. Buscando una canción, una melodía me encontró a mí.

Como ya he manifestado en otras ocasiones, el leguaje predilecto con el que Dios se comunica al corazón del hombre, entre otros es la música, la melodía, el ritmo que no necesita entender un idioma en específico para dejarse arrebatar por su encanto e impulsar al alma a la comprensión del misterio que Dios quiere revelar, que se realiza en la proyección del espíritu y la trascendencia del alma.

A ustedes mis hermosas damas, las han “programado” social, cultural, psicológica y religiosamente para “ser objetos del amor”. Si, leyeron bien. No quise ni si quiera disimular un poquito, ni ser sutil en esta afirmación. El modelo y paradigma predominante aun en nuestro tiempo es el “patriarcal”, es decir, que el que lleva las riendas de la sociedad es el hombre, por mucho que a la mujer se le “haya permitido” ponerse los pantalones. Y en el amor la mujer no es sujeto ni protagonista, sino objeto de este. Lo triste es que muchas veces esto se da bajo su consentimiento.

El modelo de sociedad imperante y la estructura paradigmática que sostiene ese modelo sigue siendo “falocéntrico”. Un pequeño ejemplo de lo que estoy afirmando es ser testigo de la enseñanza de una mamá a un hijo varón insistiéndole que los “hombres no lloran”. La delicadeza, la suavidad, el detalle, los gestos, la coquetería, la ternura, la subordinación, la afección, entre otros muchos términos en los que se expresa el amor, fueron adjudicados a la mujer más que al varón, y, los siguen siendo –sutilmente enmascarados- a pesar de la  proclamada “liberación femenina”.

Se puede decir, sin lugar a dudas que quien sufre por el amor, en el amor, y desde el amor es la mujer. Todo el peso de la sublimidad del amor recae en la femineidad. Desde pequeñas se les dice, sin decirles, se les enseña sin escuela, que la fundamental vocación de la mujer es el matrimonio y la procreación. Las niñas chiquitas juegan a ser mamá, antes que doctoras, arquitectos, abogadas o maestras.

Uno de los primeros regalos que recibe una niña es una muñeca, que termina en el inconsciente de aquella criatura que no ha desarrollado todavía la conciencia, su hija. Parece una locura y  quizá, una exageración de mi parte, pero las niñas juegan sin saber y sin que los adultos se den cuenta a “ser madres solteras”. Porque la mujer puede abandonar el hogar, pero no al hijo.

Decía mi maestro, puesto me considero su discípulo, Erich Fromm, el amor no es exclusivamente un sentimiento, sino un comportamiento; una aptitud más que una actitud y como tal innata. Así pues, como toda destreza o habilidades puede esta desarrollarse a través de la formación, la concientización, la adquisición de destrezas y competencias para expandir su esencia, dinámica y alcance. En otras palabras, el amor es perfectible. Siendo todavía más claros el amor se aprende.

La única dificultad que plateaba Fromm era que no existían los centros especializados para educar en el amor a los seres humanos. Quienes dedican la vida entera desarrollando habilidades y destrezas para ejercer un oficio y sin embargo, a aquello que los define, de lo que en el fondo depende su realización última, lo más importante y relevante de su existencia, apenas si le dedican un somero cuidado y se lanzan a él como el que se lanza a juagar ruleta rusa, al azar y la suerte.

Ante esta panorámica, lamentablemente a quien se le impone el “peso” de este modelo de amor es a la mujer, que sale más lastimada, aunque hoy día sean ellas las que soliciten con más frecuencia las actas de divorcio civil. Peor es el panorama, si siguiendo el sueño con el que encantan a toda niña, ese del velo y la corona, la “tortura del amor” se prolonga como una grifo que va escurriendo gota a gota un sufrimiento, que a todas luces no merece llevar, puesto que la iglesia, si es católica no les permite contraer nuevas nupcias sin incurrir en un pecado mortal que las separa de la comunión.

Aunque la sociedad de hoy se ha desenmascarado de muchos tabúes, las generaciones “Y” y “Z” (para profundizar en este tema te recomiendo el siguiente artículo: ¿A quiénes se parecen los hombres de esta generación?), aparentan en lo exterior una irrelevancia a estos sufrimientos que eran un silicio en las mujeres de las generaciones anteriores; sin embargo ven como un alivio el ablandamiento otorgado por el Papa Francisco en los procesos canónicos de Nulidad Matrimonial.

El amor entre el hombre y la mujer, en la convulsionada época en la que vivimos, y pasar de es torbellino imparable de informaciones que más que informar desinforman,  no ha quedado obsoleto ni mucho menos descontinuado ante las emergentes “formas” alternativas del amor que proclaman la agonía del amor heterosexual. Y aquí añadimos otro aliño al sancocho de confusiones de lo que amor representa y significa ahora, lo que fue antes, a lo que puede llegar a ser mañana (donde civilmente una “amante de los gatos” contraiga matrimonio civil argumentando su enamoramiento hacia su mascota) y lo tendremos que ver como algo “normal” y “natural” en aras a la igualdad de géneros.

Si estamos como estamos, con todo este entrabado panorama, donde el amor ya no es amor, el amado y el amante ya no se distinguen entre sí. Tendríamos que gritar auxilio. Miro hacia la generación “A”, si ya se nos acabaron las letras del abecedario para designarlas, tendremos que comenzar nuevamente desde la primera letra, que son los niños entre 0 y 7 años, quienes no han desarrollado todavía personalidad, carácter y sobre todo conciencia de sí mismo el mundo tan irreverente, insensible, desenamorado en el que le va a tocar vivir. Mis pobres niñas, sobre todo.

Amar no es lo que nos han dicho que era. No te quedes con lo que te han informado del amor, ni mucho menos te vayas a aferrar a tu experiencia, puesto que en este caso no te sirve de nada, porque en vez de haber aprendido a amar, los fallos, los desencuentros, los errores, entre otros, lo que han provocado es que desaprendas aún más lo que es amar de verdad.

No hay universidades del Amor, no existen los centros de formación para el amor. Así que el amor sigue siendo un “vivencia sujeta al azar”, a la suerte y con suerte toque algo bueno en la lotería cada vez más caótica de nuestra sociedad actual.
Nunca preguntes ¿Cuánto me amas? Esa es la pregunta más tonta y más inútil que se puede hacer del amor. Pregunta, indaga, intuye, que para eso eres buena: ¿Cómo me amas? y te darás cuenta que la mayoría de las veces no eres amada como mereces y tampoco amas como el amado merece tu amor.

Te recomiendo que complementes la lectura de este artículo con: El Arte de Amar. El Amor es un Arte y, también puede ser de tu interés: La Medida del Amor es el Amor de Dios. Sin embargo, apenas si se hecho con este artículo un pequeña introducción en este tema tan complejo.

Al cerrar este artículo, no he olvidado lo que me inspiró a desvelarme más de la cuenta para no dejar pasar la inspiración y plasmar, espero en el lienzo de tu corazón el anhelo de un Amor mejor, el más grande amor, el de Dios; pero también el del hombre, que te pueda amar bastante cerquita a como Dios te ama. 

No te mereces menos. No menosprecies tu valía a los ojos de Dios, los tuyos y los de los demás. Las líneas de esta canción que te dedico terminarán de decir lo que las palabras no pueden y la melodía si: hacer danzar el alma por los confines infinitos del amor de verdad.

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