“Dios mío, me gusta quedarme en el calor de la seguridad, pero no me rebelaré cuando tenga que afrontar el frio si usted me guía con su mano. Esté donde esté, buscaré irradiar un poco de amor de ese amor verdadero hacia el próximo que está en mí. No quiero para nada ser algo especial, quiero solamente tratar de llegar a ser la que ya está en mí, pero que busca su pleno desarrollo” (Diario 1942).
No creo necesario hacer un comentario complementario a esta hermosísima oración de “abandono”, de “entrega” y “confianza” infinita en el amor de Dios.
¿Cuántas veces le hemos pedido a Dios: “aleja de mi este cáliz”, apropiándonos de las palabras de Jesús en la agonía de Getsemaní, como si nuestro suplicio tuviese comparación con del Señor? Muchas, creo yo, más de las que nos gustaría reconocer, e incluso ahora mismo nos hacemos las víctimas de nuestro propio desacierto histórico, y elevamos súplicas incesantes y de rodillas para que Dios ponga fin a esta lenta pero “segura” agonía que está socavando las raíces de nuestra fe, de nuestra esperanza y sobre todo de nuestra confianza en Dios, aquella que nos permite soñar un mañana y buscar un destino común mejor, más pleno y sano.
Etty –les dije que la tendríamos presente, muy presente en nuestro itinerario espiritual- hoy nos muestra una faceta inimaginable de la voluntad de Dios: Él, en ciertas circunstancias, sólo puede tomarnos de la mano, para que transitemos el valle del dolor.
Te invito a meditar y a orar: “Vive, Ama, Medita, Ora. Ora, Medita, Ama, Vive”.
No creo necesario hacer un comentario complementario a esta hermosísima oración de “abandono”, de “entrega” y “confianza” infinita en el amor de Dios.
¿Cuántas veces le hemos pedido a Dios: “aleja de mi este cáliz”, apropiándonos de las palabras de Jesús en la agonía de Getsemaní, como si nuestro suplicio tuviese comparación con del Señor? Muchas, creo yo, más de las que nos gustaría reconocer, e incluso ahora mismo nos hacemos las víctimas de nuestro propio desacierto histórico, y elevamos súplicas incesantes y de rodillas para que Dios ponga fin a esta lenta pero “segura” agonía que está socavando las raíces de nuestra fe, de nuestra esperanza y sobre todo de nuestra confianza en Dios, aquella que nos permite soñar un mañana y buscar un destino común mejor, más pleno y sano.
Etty –les dije que la tendríamos presente, muy presente en nuestro itinerario espiritual- hoy nos muestra una faceta inimaginable de la voluntad de Dios: Él, en ciertas circunstancias, sólo puede tomarnos de la mano, para que transitemos el valle del dolor.
Te invito a meditar y a orar: “Vive, Ama, Medita, Ora. Ora, Medita, Ama, Vive”.
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