sábado, 28 de octubre de 2017

La Palabra que sale de la boca del Señor no vuelve a él vacía


¿Pensamos y creemos que Dios sólo habla desde los púlpitos de las iglesias? ¿Realmente somos tan cortos de vista que creemos ciegamente tener la exclusividad de la voz de Dios sobre el mundo? “Dios podrá sacar hijos de Abrahám hasta de estas piedras” (Cf. Mt 3,9)


Paseándome por los espacios virtuales de mis amigos, me he encontrado mente, intelecto, corazón, alma y espíritu. La interacción de los espacios virtuales nos permite interactuar, compartir y comentar cual amigos sentados en bar compartiendo la delicia de una conversación inteligente y un café.

Muchas veces escuchamos en el Templo: “llévense a Dios con ustedes”, yo lo decía con bastante frecuencia y también, “no me dejen enclaustrado al Dios que quiere pasear por la calles y avenidas que ustedes recorren a diario”.

Nunca me pregunté si la gente entendía lo que aquellas afirmaciones expresaban y tampoco le pregunte a la gente si lo hacían o cómo lo hacían. Supongo que para algunos llevarse a Dios consigo es ir a rezar un rosario en casa de alguno vecino, familiar o amigo; hacer el cenáculo en la capilla cercana a la casa, fuera del templo principal de la comunidad, reunirse entre amigos en la noche y hacer la oración. La verdad no lo sé.

Lo cierto es que llevar a Dios consigo no es solamente portar una cruz colgada del cuello y una camándula en el bolsillo. Llevar a Dios por los caminos del mundo es plantearse los problemas de la presencia humana en la complejidad de un tiempo marcadamente postmoderno, donde la religión dejó de tener influencia directa sobre la vida de las personas y se convirtió en un accesorio más, una prenda accesoria, importante si, pero no indispensable ni determinante a la hora de encontrar el sustento y la esencia de la existencia humana.

En el mundo virtual, me he encontrado con personas reales que están haciendo teología apócrifa, filosofía y ética. Que están lanzando al viento de las redes sus convicciones espirituales y místicas que no llevan aroma a incienso o a cirios quemados en templos.

A través de estos nóveles contemplativos Dios se abre paso en este mundo alterno que por ser virtual, no deja de ser real, y en el que así como algunos esconden su verdadera personalidad detrás de la figura de un avatar, en otras tantas, muchos aprovechan para quitarse las máscaras de las apariencias con las que viven día a día, para pasar inadvertidos en un mundo al que no le importa.

“Mi Palabra que sale de mi boca, no volverá a mi vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié” (Isaías 55,11)

Dios nos está hablando desde lugares inesperados. Nunca se ha detenido, su Palabra corre a raudales por los ríos de una nueva generación de místicos que se preguntan por el sentido de sus vidas y traslucen la esencia de Dios en sus respuestas.

Un pétalo, de este nuevo rosal es este pensamiento que me permitieron tomarlo prestado y ponerlo aquí como luciérnaga que rompe el silencio de la oscuridad:

“Aunque a veces no entienda lo que está pasando justo en este momento, decido confiar en el proceso de la vida. Me convierto en una observadora consciente de lo que no puedo controlar, y reviso lo que me viene a mostrar, tengo certeza de que Dios está colocando en mi camino los maestros que requiero para mi evolución espiritual.

Declaro que acepto sin resistencia lo que el universo me trae. Aprendo y suelto, con la certeza de que no tengo que aferrarme a nada, ni a nadie. Porque cada cosa tiene su lugar. Cedo mi deseo de controlar todo, me hago cargo de lo que me corresponde, acciono donde puedo hacerlo.

A lo demás me entrego con los ojos cerrados, fluyo con la armonía perfecta del universo, cuya sabiduría es mayor a lo que pienso o siento aunque ahora mismo no la comprenda del todo”.
(Auris C. Albornoz Q.)

P. Yerko Reyes Benavides

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