A los hombres y mujeres de hoy y
de ahora, a los jóvenes que tienen ímpetu de la juventud arraigada en el
cuerpo, a los mayores que voltean la mirada hacia atrás, al lugar de sus
mejores recuerdos.
A todos los noctámbulos, a los
que se fueron a dormir pero algo les merodeaba entre alma, corazón e intelecto,
y se levantaron a escribir, como yo ahora.
A los que leerán este escrito antes
de dormir o los que lo harán al despertar. No importa el momento o el lugar. No
importa si fue antes o después. Lo que verdaderamente importa es que ahora,
justo ahora, si lograrás capturar la esencia de lo que pueden provocar tres
palabras y una frase en lo más íntimo de tu interioridad: de ahí desde donde
salen las grandes determinaciones de la vida.
En las peores adversidades, en las circunstancias más difíciles, en los
momentos más terribles Dios ha suscitado hombres y mujeres extraordinarios
que, como faros en medio de las penumbras de la noche y la niebla del amanecer
han guiado con sus virtudes y su fe inquebrantable a quienes habían perdido las
esperanzas.
Son en las “noches oscuras” –Santa Teresa de Jesús- como estas, dónde Dios despierta el talento y
el talante de los buenos y nobles de corazón, de aquellos que la historia,
y la no muy lejana, porque el mañana tiene sus albores hoy, reconocerá como santos
y santas.
Y, aunque la gran mayoría de ellos, no estén en los altares de los
templos, guiarán, conducirán, soportarán, orientarán, sustentarán el
despertar de muchos en la construcción
de un mañana mejor, donde haya un “verdadero porvenir”.
De ahí esta frase tan peculiar,
tan significativa y tan poderosa que la entenderán los de mente abierta a la
sabiduría del Padre; los de corazón expandido a la misericordia de Hijo y, los
de espíritu fortalecido en la gracia del Espíritu:
“Contento Señor, contento”
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