jueves, 31 de diciembre de 2020

Dios nos sigue hablando en su Hijo Amado, Verbo Encarnado

En esta ocasión, cuando nos proponemos a hacer una meditación que le dé un cierre a un año atípico, nos valemos de la Palabra de Dios, pues sin ella nada de lo que acontece tiene un verdadero y real propósito, una intención que apunta más allá de lo inmediato, y que sólo es acogida, en el corazón de aquel que es capaz de confiar plenamente, en el amor de Dios.

Muchos han esperado este día, último del año, con la ilusión (más propia de un pensamiento mágico y mítico que real) que terminado este ciclo se acabarán los males que nos aquejaron en sus días ya a punto de terminar. Sin embargo, lamento de entrada desilusionarte, pero no va a ser así, como solía decir Jesús: “A los pobres siempre los tendrán, más no al hijo del hombre” (Cf Mc 14, 7).

Lo que sea que estemos esperando que se quede atrapado con el año viejo, nos estará esperando en el año nuevo; pues el tic - tac que marca las 12 es sólo ilusión. 

Y ahí amigo, reside el punto de esta reflexión: Dios ha venido, lo hemos acogido, incluso lo hemos contemplado con ojos de ternura.

Mateo y Lucas nos han contado su versión de cómo Dios en estos días nos ha visitado, ha llegado, se ha paseado entre nosotros. Su forma de relatárnoslo nos anima a creer que lo sobrenatural acoge en su naturaleza celestial nuestra naturaleza mortal, y así, Dios se hace carne, uno como nosotros: “Dios hecho hombre”.

Ahora bien, sin desistir en abrir el corazón al misterio de Dios, necesario es ir más allá de los hechos –historias- y también de los mitos y, presentar espacial atención a lo que nos sigue proponiendo pues ese Dios en el que creemos; el Dios en el que confiamos, y el Dios en el que esperamos, nos sigue hoy hablando. Escuchemos lo que el Verbo de Dios nos dice, en forma destacada, por medio del Evangelista Juan.
"En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió". 
(Juan 1,1-5.ss)
Hoy te animo a dejar quietas las maletas que paseas por las aceras, a soltar el fajo de billetes que aprietas con desafuero, a que el amarillo no sea el color con lo que revistes tu intimidad. Hoy te invito a entender y también reconocer que: 
  • No es que Dios se haya desentendido de nosotros a lo largo del tiempo. Al contrario, él se ha hecho presente de muchas maneras.
  • No es que Dios haya apagado la luz de su bondad y de su misericordia, dejándonos bajo las tinieblas de nuestra arrogancia y en la oscuridad de nuestro pecado.
  • No es que Dios haya guardado silencio por largos años y dejado sin la voz divina que guíe a la humanidad día a día en su caminar.
  • No es que Dios nos esté castigando por algo que no entendemos, o si que lo sabemos pero igual preferimos hacernos los desentendidos para no asumir las consecuencias de nuestros actos.
  • No es que Dios haya dejado de actuar y que lo que como humanidad estamos afrontando no esté bajo el espectro de su clemencia.
  • No es que Dios haya dejado de intervenir en el devenir de su creación, incluyéndolos a nosotros la obra esplendorosa de su amor.
  • No es Dios el que tiene que cambiar para nosotros…
Lo que sea que estemos esperando, no llegará a nosotros, aunque ya esté viniendo, si no lo salimos a buscar. Y no, no es en la calle donde se encuentra, nunca ha estado en lo externo, aunque se valga de ello para llamar nuestra atención.

“De muchas manera Dios ha hablado a los hombres y ahora nos habla en su hijo”. 
(Hb 1,1-2)
Si, hemos de reconocer que no sólo en los acontecimientos de nuestra historia y a través del tiempo y las épocas, Dios se ha hecho sentir, sino también en lo personal, sobre todo en lo íntimo de nuestra intimidad que no necesita recubrimientos, él nos está hablando en los hechos de nuestra propia historia y en los acontecimiento de nuestra particular vida y también en los signos de los tiempos. 

Dios no ha dejado de salir a nuestro encuentro, sin embargo, vino y sigue viniendo y los suyos siguen sin recibirlo. Y ese, mi querido amigo, sigue siendo el punto. 

Podremos cambiar de año, épocas, milenios o de decenios; dejar atrás años marcados de dificultades, problemas o tragedias; podremos suplicar y hacer rituales para conjurar prosperidad… pero, si Dios sigue viniendo a los suyos, y los suyos no lo reciben… 

Si ahora, que llegaste hasta aquí, sientes el profundo deseo de doblar tus rodillas ante el Amor de Dios, lo habrás entendido, y justo podrás marcar el punto de inicio de un nuevo camino de vida.

Yerko Reyes Benavides

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