Cuánta vanidad de este existir que no se extiende,Amén
por mucho que lo intente,
más allá del deseo de tu aliento;
un suspiro de tu bondad me da la vida,
vanagloria de fragilidad
es pretender ser dueño y señor de mi destino.
De orgullo y soberbia lleno mis días,
abandono la humildad,
de elevar mis ojos al cielo
y agradecer el hálito divino
que sustenta mi presencia en este mundo,
en el que si no estás por un segundo
se vuelve oscuro y sombrío
sin propósito y vacío.
Hazme Señor entrar en tu razón,
dejar mi pretensión de querer tener el control;
concédeme, mi bien Amado,
abandonarme por completo,
dejar la verdad que busco
la vida que deseo
y la libertad que anhelo
por entero en tus manos.
Que cada ciclo, etapa y momento
de este vivir en deseo de un nuevo Cielo,
sea sustentado por la gracia y la moción
del Santo Espíritu que mora en mi corazón.
Haz, Señor Eterno, que el tiempo,
su presente y su pasado,
el transcurrir de las horas y su congojo
el futuro por venir y el transitar de mi paso,
sea por entero a tu lado
y ese sólo instante
se vuelva perenne
un siempre y por siempre.
Yerko Reyes Benavides
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