La agonía ha terminado,
atrás han quedado:
cruz, corona y clavos.
En el suelo yacen,
nunca más tendrán el poder de lastimar,
y aunque se vuelvan a incrustar
en cuerpo en agonía,
su dolor ya no será pena
pues no podrán arrebatar
la vida celestial que despierta
indetenible en el corazón
del que los recibe y acoge con amor.
Cruz, corona y clavos,
ya pronto serán olvidados;
la agonía que provocaron
pronto será despojada de su autoridad,
su presencia ya no tendrá cabida
en el corazón de quien ama con la vida:
como tú mi Señor, mi Dios,
mi amado.
Silencio, no hagan ruido;
dejen que mi amado duerma
pues, cruz, clavos y corona
no cumplieron su triste encomienda:
dar muerte a quien es el dueño de la vida.
Mi Señor descansa,
pronto de su sueño se levantará,
despertará de su humana naturaleza;
y la huella de la cruz, clavos y corona
en sus manos, pies y cabeza mostrará
para siempre ya será
el singo de su exaltada divinidad.
-Amén-
Yerko Reyes Benavides
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