"Virgen María, Madre,
la más querida de nuestro corazón,
no nos falte tu cariño, cuidado e intercesión"
¡No parece real!
El tiempo pasó, incluso más rápido de lo que tú misma, Madre, esperabas.
No hace nada mirabas con ternura el rostro pequeño e infante de tu hijo. Ahora lo contemplas hecho hombre, mas para ti sigue siendo tu pequeño.
Es tu amor el que te mueve, y no sólo el materno, pues en ti confluyen los amores eternos.
Aun sigues guardando y conservando de Dios todo lo que acontece, en tu corazón: ahí lo contemplas y meditas; también disciernes, pues no sólo eres custodia del Verbo de Dios, sino Maestra y ejemplo de vida en lo humano.
Acompañas, con la humildad de tu humanidad al Dios eterno que te fue confiado. Le das ejemplo de compasión, bondad y misericordia. Le enseñas a estar atento a las necesidades de los hombres sus hermanos, los más desprovistos y sobre todo los más vulnerados.
Desde antes de la cruz, María de Nazaret comprendiste que tu labor no era ser sólo Madre del Hijo de Dios, sino que en él y por él, ser Madre de toda la humanidad
En tu labor materna, el primer signo divino de tu hijo entre los hombres, tú lo propiciaste, y no fue el agua convertida en vino.
Aquella tarde, Dulce Muchacha de Nazaret, le diste a la humanidad el regocijo que por años, en el silencio de tu intimidad tuyo había sido:
Nos diste, María, la alegría de tu Hijo y, Madre te hiciste nuestra.
Como madre nuestra que desde ese instante comenzase a ser, nos trataste con ternura y firmeza y nos dijiste: para que puedan vivir en plenitud: “Hagan lo que él les diga”.
Virgen María, Madre, la más querida de nuestro corazón, no nos falte tu cariño, cuidado e intercesión.
Acompáñanos, Madre del Amor, como a tu Hijo Jesús, en el camino de la vida, hasta que todos juntos, en el Reino, celebremos por la eternidad la plenitud de la alegría que desde ya comienza a crecer, por Cristo en nuestro vida.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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