domingo, 11 de marzo de 2018

Un descanso y dos suspiros


Afanes, trabajos, compromisos. ¿Qué apretada agenda llevamos? Comienza el día incluso antes de despuntar el alba, aun en la penumbra de la noche y ya andamos dando tumbos en la casa; llevándonos todo por delante porque nuestro cerebro no ha despertado del todo y no es capaz de cumplir todas las funciones de coordinación necesarias para el desplazamiento ágil del cuerpo en los angostos espacios que nos dejan los cúmulos de cosas que hemos acumulado inútilmente en nuestras casas.

Nada hacen, pero igual, mil veces nos hemos propuesto de deshacernos de la mitad de las cosas que en las mañanas de sueños nos llevamos por delante y tropezamos constantemente, madrugada tras madrugada.

Llegado el momento de tirar ese trasto, lo volvemos a colocar con una pícara sonrisa de complicidad con nosotros mismos; sonrisa que dice: “me estorbas pero estoy apegado a ti” al menos me sirves para despertarme en las mañanas cuando mi dedo meñique contigo se tropieza y el cerebro despierta al cuerpo en brincos y saltos y una mala palabra, para como oración matutina sale de nuestra boca.

Luego será un día de quejas ahogadas entre reuniones, personas que van y vienen; entran y salen en segundos por nuestro distraído día, mientras tratamos de concentrarnos en lo importante. Oye, detente, para un instante, no sigas que ya me llevas mareado: ¿Qué es lo importante que haces tanto?

No lo sé, es la respuesta que sale de un irse rápido a otro lugar; seguido de un: tengo prisa. Los minutos pasan, el reloj avanza rápidamente por las horas que ocupados andamos en lo urgente. Resolviendo, algo. No lamentablemente no es “el misterio de la Vida”, ese se lo dejamos a los vagos, filósofos y bohemios, algún poeta o cantante de bar de medianoche; por cierto ahí se hace buena filosofía de vida, entre una copa de un vino seco y el aire impregnado a aromas que son inconfundibles, perfumes de todo tipo se entremezclan en los sentidos e incentivan al pensamiento a romper con los esquemas cotidianos, para abrirse al existencialistas pensamientos, que tratan de darle un poco de sentido a esta locura que llamamos vida.

Sin embargo, el día no ha terminado, el afán continua, no se detiene, exige presiona, oprime, agota, cansa y no hay descanso; anhela el cuerpo recogerse en los catres de sábanas y cojines y olvidarse que el día existe.

Sin embargo, si la vigilia es enemiga, la noche no se vuelve amiga. Pensamientos van y vienen, pasan los días, semanas y meses. De pronto un cumpleaños más y, justo ahí, viene la tentación de por un instante pensar: ¿Y qué ha sido de mi vida?

No hay tiempo para respuestas, aparece alguien con un pastel, velas, cada más, o quizá menos según la tradición de cada uno; el canto de un feliz cumpleaños que agrio se saborea porque el tiempo queremos que se detenga. Descanso es lo único que anhelamos.

Al fin la noche, no nuestra amiga, sino más bien nuestra cómplice, llega, fuera zapatos, ropa y accesorios, del único que no podemos deshacernos es de nuestro insomnio que, muy a pesar nuestro, nos mantiene despiertos aunque el cuerpo por todas partes pida cama, sueño y descanso.

Ahí, justo en ese momento de lucidez, porque es el único que tenemos, o que nos permite nuestro ocupado día tener, decimos: ¡Basta! ya no más; por favor “detengan el mundo”, grita el alma, emulando al personaje paradójico de célebre caricaturista: “me quiero bajar”.


Etty, mi dulce Etty, ¡Qué bien me hace tu compañía! Sales a mi encuentro, cuando más necesito de una amiga. Mis oídos escuchar la dulce voz de alguien conocida de mí alma, que tomada de la mano de mí espíritu me calma y me devuelve la serenidad:
“Algunas veces lo más importante que se puede hacer en todo un día, es el descanso que se toma entre dos profundos suspiros”
Etty Hillesum
Niña mía de otra época, con otras circunstancias, tu sí que supiste dar con el secreto del buen vivir aun en la más abyecta dificultad. Calma y serenidad, lo importante no es lo que hacemos, sino el tiempo que nos damos para disfrutarlo, aunque sea un pequeño suspiro que se escapa del corazón.
Entre tantas cosas, amiga de mi alma, compañera de mis espirituales andanzas, se me olvida lo más importante, “los dos suspiros” y disfrutar el pequeño intervalo de descanso, olvido y abandono que se extienden breves entre el uno y el otro.

No fueron los acuerdos alcanzados en los negocios. No fue la jornada de trabajo realizada, citas, atenciones, clientes, alumnos, gente, según el área en el que nos desempeños; a la final serán castigo si no son consecuencias de nuestros afectos. Prisiones para el alma, que anhela aletear libre en la pradera como irresponsable mariposa que se posa en cada flor y hoja que encuentra en su revoloteo.
Lo más importante no fue la mano que se chocó para cerrar un acuerdo, sino algo más sencillo y simple, un descanso entre dos suspiros.

No lo entiendo todo, amiga, pero prometo darme tiempo para suspirar dos veces cada día.

Yerko Reyes Benavides

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