miércoles, 5 de diciembre de 2007

Orar Es...

Orar no es "pensar" en Dios. Sólo eso no basta.

Orar es conversar con Dios como se conversa con una persona con la que se tiene mucha confianza.

Orar es tratar a Dios como amigo íntimo, "como un amigo habla con otro amigo". Tratarle como algo muy natural, nada complicado, ni forzado, pero muy importante, indispensable en nuestra vida...

Orar es algo muy humano... Por eso no oran mejor los que más saben, sino los que más sienten. Muchas veces, en nuestra preocupación por hacer oración, podemos preguntarnos si hay algún libro bueno para eso, algún método fácil para orar, y la verdad es que la raíz de la oración está en uno mismo: la mejor fuente, el mejor pozo, lo tenemos en nuestro corazón.

Orar es dejar a Dios que nos haga descubrir la necesidad que tenemos de él y sentir el amor que él nos tiene.

Orar es sentirse hijo de Dios. Sentirse en los brazos de un Padre tan bueno y misericordioso.
Orar es ir dejándose llenar de los sentimientos de Jesús: pensar como pensaba Jesús, sentir como sentía Jesús, querer lo que quería Jesús, amar como él amaba, hablar de lo que él hablaba, actuar como él actuaba.
Orar es vivir. No es "soñar", sino salir del "sueño" en que vivimos. Orar es despertar, es vivir la vida, la que vivimos... la que Dios quiere que vivamos. La oración que nos saca y nos hace huir de la vida, la que nos hace dormir y estar tranquilos, no es oración. Eso no es vivir, sino dormir y soñar.

La oración hay que vivirla, como la amistad. Es decir, hay que vivir el encuentro con Dios. Una cosa es soñar en un río y otra cosa es disfrutar del río metiéndose dentro de él. La sed se quita bebiendo agua y no "pensando" en una fuente de agua fresca.


Ignacio Hualde, sj.
Referencia: Boletína Lazos de Fe, Año 2, Nº 6, Julio 2007

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