miércoles, 5 de diciembre de 2007

EL CRISTO DE NUESTRA FE: Rasgos de la Personalidad de Jesús III

1(III). Jesús el hombre libre

c) Jesús y el templo: Si sorprendente fue la libertad de Jesús con respecto a la familia, más lo es su libertad con relación al templo. Para entender lo que esto significó en aquel tiempo hay que tener en cuenta que el templo de Jerusalén era el centro de la vida religiosa de Israel. El templo era el lugar de la presencia de Dios. Y era, por eso también, el lugar del encuentro con Yavé. De ahí su inviolabilidad y su sacralidad absolutas.

Lo primero que llama la atención es el hecho de que los evangelios poco presentan a Jesús participando en las ceremonias religiosas del templo. Se sabe que Jesús iba con frecuencia al templo, pero iba para hablar a la gente. Por la misma razón, Jesús iba a veces a las sinagogas. Pero para orar al Padre del cielo, Jesús se iba a los cerros o al campo, ya que eso era su costumbre.

Pero más importante que todo esto es el comportamiento y la enseñanza de Jesús en lo que se refiere directamente al templo. En este sentido, lo más importante, sin duda alguna, es el relato de la expulsión de los comerciantes del templo. Jesús se arroga el derecho de expulsar enérgicamente del lugar santo a quienes proporcionaban los elementos necesarios para los sacrificios y el culto.

El gesto de Jesús resulta especialmente significativo, con lo cual se muestra en total oposición a los abusos que estaban asociados al templo. Ese tipo de culto, esa descarada opresión por la cual, sobre todo los más pobres tenían que soportar para realizar sus ritos, el desmedido abuso de quienes dirigían la mayor fuente de ingresos de Jerusalén, una religión ritualista e impositiva que había olvidado por entero su misión, habían hecho del templo, en palabras de Jesús: “una cueva de bandidos”. De esta manera, el gesto de Jesús vino a tocar un punto neurálgico: aquellos que habían sido elegidos para servir y animar espiritualmente al pueblo, aquellos que debían ser humildes mediadores de la bondad divina, se habían convertido en una clase de poder y de privilegios, abusando del símbolo de unidad que representaba el templo. De tal manera que Jesús no soporta tal hecho y devuelve a la persona la autoridad para encontrase con Dios “en espíritu y verdad”, en donde el único Mediador es Cristo como templo de Dios. La acción de Dios no se reduce, ni mucho menos se encierra en un templo. Jesús, con su actitud liberadora, abre una inmensa puerta para que la gente humilde pueda tener acceso a Dios sin ser esquirlado como mansas ovejas. Coloca la relación entre el hombre y Dios en primera instancia y le recuerda al templo que su función es acompañar, animar, fortalecer y orientar dicha relación.

Todo este comportamiento de Jesús produjo una impresión muy profunda en la sociedad de su tiempo, especialmente entre los dirigentes religiosos. Jesús tuvo que ser consciente de que, al actuar y hablar de aquella manera, se estaba jugando la vida. Pero entonces, ¿por qué lo hacía? Sencillamente porque el templo era el centro mismo de aquella religión. Y aquella religión era una fuente de opresión y de represión increíbles. Por eso Jesús anuncia la destrucción total del templo y de la ciudad santa. Porque para él todo aquello no era un espacio de libertad, sino una estructura de sometimiento, dados los abusos que en él se cometían.


Boletín Lazos de Fe, Edición Electrónica, Año 1, Nº 1, Diciembre 2007

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