jueves, 12 de noviembre de 2020

¿Dios Reza?

Hijo Mío
(Autor: José Luis Descalzo)

"Hijo mío que estás en la tierra, 
haz que tu vida sea 
un mejor reflejo de mi Nombre. 
Adéntrate en mi Reino 
en cada paso que des, 
en cada decisión que tomes, 
en cada caricia y cada gesto. 
Constrúyelo tú por mí, y conmigo. 
Esa es mi Voluntad 
en la tierra y en el cielo. 
Toma el pan de cada día, 
consciente de que es un privilegio y un milagro. 
Perdono tus errores, 
tus caídas, tus abandonos, 
pero haz tu lo mismo 
con la fragilidad de tus hermanos. 
Lucha para seguir el camino correcto en la vida, 
que yo estaré a tu lado 
y no tengas miedo 
que el mal no ha de tener en tu vida 
la última palabra". 

Amén

Uno de los primeros actos de consciencia, más allá que esté o no formada, es preguntarse por las cosas. Indagar el mundo, buscar su significado, su esencia, el porqué y el para qué de su existencia y más a sabiendas que su presencia atañe y afecta a la persona que se pregunta por ellas.

Desde muy pequeños, y lo saben los que han sido padres y madres, que sus hijos llegan temprano a la edad de preguntar por todo: el mundo es, a esa corta edad, un lugar abierto para explorar, que les maravilla, les asombra, les sorprende y a veces también les causa miedo. 

¿Qué es esto? y ¿esto qué es?... y así el niño continua su indagación, pasando sin cansancio de un objeto a otro, para tormento de sus padres, que han de armarse de paciencia y responder siempre con amable sonrisa a lo que el niño pregunta. No es difícil responder, el niño no busca una respuesta filosófica ni una declaración existencial, sino sólo definir su ubicación en un espacio que va haciendo suyo y con lo que lo rodea. 

Con razón decía Jesús, y con duras palabras: “que nadie sea escándalo para los más pequeños” (Cf. Lc 12,2). 

No es novedad, pues, decir que los niños son curiosos por naturaleza. En cierta ocasión, una niña se acerca inquieta, su mirada era de esas que se ponen cuando se trae dentro, apretando el pecho, algo importante. Venía del lugar donde estaba un grupo de personas en oración (su mamá incluida) y sin muchos rodeos ni gran prosopopeya  hace saber lo que la inquieta: ¿Dios reza? 

¡Eh… este… humm!... Sólo a ellos -los niños- se les ocurren esas cosas… 

Dios no tiene a quien rezar y aunque pudiera entrar en un soliloquio infinito con su propia divinidad, prefiere entablar diálogo y por ello revela su presencia, se muestra, y él mismo se hace accesible. 

Esto nos lleva a replantear la pregunta de tal manera que pueda aclarar lo que está al hacerse implica: ¿Hace Dios oración? y la respuesta es “sí”, definitivamente Dios hace oración. 

Pudiera parecer una osadía de nuestra parte aseverar que Dios hace oración y para acallar un poco la sorpresa que nos causa, pensemos y descubramos a un Jesús, no sólo como persona de oración, sino también como Dios Orante
Del latín orāre que significa “de forma oral: hablar” y oratio (onis) que significa “expresión oral”. Orar es comunicar a través de la expresión: lingüística, verbal o mental, gestual o simbólica, un sentimiento, un deseo o anhelo, un pensamiento una necesidad, consentidos en el ámbito interno de la persona, alma, mente y/o corazón. 
Los Evangelios atestiguas las reiteradas ocasiones en las que Jesús se apartaba de todos e iba a lugares tranquilos para hacer oración. El “Hijo del hombre” de igual naturaleza que el Padre, Dios en todo y hombre como nosotros, elevaba suplicas en favor de la humidad. 

Pero esto no queda acá, en la formalidad de una acción. Pues la oración no se queda contenida en ratos o momentos –como los rezos- puesto que al ser comunicación, expresión de lo interior, todo se vuelve oración, pues la vida puede hacerse expresión de lo interior, lo que la mueve e impulsa, su propósito y su objetivo. 

Jesús no tiene sólo “momentos de oración”, Él hace que su vida sea expresión de la intimidad de su ser, convirtiéndola en diálogo constante y permanente que comunica no sólo la voluntad de su humanidad, sino la ternura de su Omnipotencia; y esto trasciende a la temporalidad de su paso por el mundo. 

Así que sí, Dios abre su corazón y se vierte en amor, expresa los deseos de su Divinidad, expone y comunica su voluntad, y deja al descubierto los anhelos de su Corazón. 


¿A quién ora Dios? 

En primer lugar consigo mismo. No es un monologo vano, sino un diálogo fecundo, es la comunicación esencial entre las tres personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. 

Dios, además ora, con aquel a quien que ha constituido en semejante; habla en el Hijos con sus hijos e hijas restaurados en gracia por la redención de Cristo (muerte y resurrección); habla a la creación toda, y con toda criatura, pero sobre todo dialoga, comunica, comparte –Ora- con aquel que puede corresponderle en amor desde la libertad de su propio corazón redimido. 

Dios ora con el hombre, con cada persona; es un diálogo eterno, que se da en la finitud del tiempo pero se abre a la eternidad por la trascendencia, pues este dialogo no se detiene en la muerte. 

Es un dialogo como brisa suave y fresca o como rocío de la mañana que todo lo empapa. Su voz la recoge el alma y en el corazón hace eco, para que la conciencia la reciba y las manos la realicen. 

Es un diálogo sencillo, que no amerita el estruendo ni tampoco la algarabía, se da en intimidad y busca la serenidad; no necesita de palabras para comunicar, pero se vale de ellas como también del silencio, de la risa y en ocasiones de las lágrimas; y no excluye el canto, el arte o la danza. 
“La oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría. En una palabra, es algo grande, algo sobrenatural que me dilata el alma y me une a Jesús” (Santa Teresita del Niño Jesús). 
El alma gime de dolor cuando el corazón no escucha la voz de Dios. 

…No, Dios no reza, pero si conversa contigo, lo hace siempre aun cuando no te des cuenta; te habla al corazón, busca en todo momento formas nuevas para hablar contigo y que tú le respondas; te dice lo mucho que te ama, y siempre lo está diciendo, para que nunca lo olvides. Cuando Dios habla contigo, hace oración.

Yerko Reyes Benavides

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