martes, 15 de septiembre de 2020

Carta Espiritual

Amados en el Señor:

Oren, oren sin desfallecer, eleven plegarias al Padre de día y también de noche; en todo momento, si bien cuando andan de camino y también en el hogar; mientras trabajan y o están de ocio, que su vida entera sea una oración que agrade a Dios y alegre su Corazón.

Hagan vigilia, manténganse alerta, con las lamparas encendidas; el Amor de Dios y su Misericordia no pueden ser algo que se siga postergando en nuestra vida, y más si es por nuestra propia apatía o indiferencia, como si controláramos el tiempo a nuestro antojo y la vida nos perteneciera para hacerlos esperar.

Nuestros días están contados, ni una hoja de más tiene el libro de la vida, este muy nuestro, en el que vamos escribiendo nuestra historia cada jornada. No podemos ni quitar ni añadir páginas -por más que quisiéramos- y lo que en ellas se escriba quedara ahí por siempre registrado.

Esto que te digo no es una amenaza, ni tampoco quiero infundir miedo o temor en ti, ni que tomes un camino de fe histérico o asumas actitudes religiosas fanáticas; mucho menos se trata de una treta de esas apocalípticas que usan algunos para manipular conciencias y ganar adeptos.

Lo que comparto es algo serio, algo en lo que pocas veces pensamos, pero es de esas verdades que evitamos ser de ellas del todo conscientes, pero para bien o para mal, de ella no podemos escapar.

Eso si, te lo puedo decir y también asegurar, "este no será el último día de tu vida, siempre abra un amanecer" pero, esté hoy, el aquí y ahora, vívelo como si fuera el que te queda. Sólo te pido, no lo desperdicies en lo vano, lo fútil y lo superfluo; al contrario ocúpate en hacer aquello por lo que alguien pueda acordarse de ti si aquel día al llegar te encuentras tocando a las puertas del cielo y no hay quien te abra.

No desperdicies tu tiempo pretendiendo la alabanza de los poderosos, ocupa tus momentos para dejar huella en la memoria de aquellos que no tiene cómo devolverte el bien que les haces y lo único que pueden ofrecerte es: un "Dios te pague". Eso vale más que todo el oro que pueda haber en este planta. Al final el oro, la plata y los diamantes también se agotarán, más el favor de Dios será eterno.

Si te digo todas estas cosas, ahora, mi amado amigo, hermano, hermana, es porque de tanto en tanto, hace bien que las recordemos juntos, y platiquemos de ellas, porque de cosas sin importancia prácticamente hablamos cada día, pero las que nos dan vida en abundancia pocas veces.

Con afecto de hermano, teniéndote siempre presente en mi corazón y en mi oración, te abrazo y te bendigo.


P. Yerko Reyes Benavides

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