jueves, 29 de octubre de 2020

Bienaventurados, dichosos, felices…

¿Qué dijo Jesús?

La utopía del hombre moderno es alcanzar en vida la máxima felicidad posible. Este deseo lo va a llevar a una búsqueda incesante y en ocasiones desesperada, en la que muchas veces va a fluctuar entre la satisfacción y la frustración y, se prolongará durante toda su vida. 

Este empeño de alcanzar dicha felicidad se lo plantea en términos de esfuerzo, dedicación y constancia pues es de ella su artífice y le permitirá ocasionalmente rasguñar algunos instantes en los que se ha de sentir y sin falsedad o engaño, feliz. 

Esta tanta su necesidad de felicidad que ha llegado a desestimar que esta pueda llegar a ser plena y la ha partido y repartido en pequeños trozos a los que llama “momentos” que de tanto en tanto cada persona logra tener a lo largo de toda su vida. 

Incluso ha llegado a afirmar que la suma de estos breves y fugaces momentos hacen un más plausible mejor que la felicidad como un todo; y aunque esto pueda sonar lógico no logra dar explicación al sufrimiento al que ve como hostil y del que huye despavoridamente: en el dolor la felicidad fenece. 

Lejos queda a esta noción moderna de la felicidad el darle intención, propósito y dirección a lo que a la vida arropa cotidianamente: el sufrimiento; mucho menos entra dentro de su competencia plantearle a la persona un ir más allá de lo inmediato, orientarlo a la trascendencia y buscar la plenitud, pues se queda contenida en lo efímero de un instante al que proclama único y el cual tiene que ser aprovechado ya que quizá no se repita ni vuelva. 

En resumen, hoy día la felicidad se la plantea como una producción personal, un premio al esfuerzo, el pináculo que conquista el hombre exitoso y al que se puede llegar por el empeño y la constancia. Esta felicidad es producida por la acción e intervención de cada uno para ser sentida en esta vida y que no tiene segundas oportunidades ni tampoco mira más allá del instante en el que acontece. 


Cuando Jesús proclama felices, dichoso o afortunados ¿es a esto a lo que se refiere? ¿Esta es la noción de felicidad que promueve Jesús? 

Sin lugar a dudas no, no era a esto y aunque algunas versiones de la Biblia traducen el término griego utilizado en el texto bíblico por “felices” o “dichosos” e incluso “afortunados”, el sentido que recoge el sentir de Jesús y el sentido espiritual bíblico es el de “Bienaventurados” y más específicamente “Bendecidos”. 

Es un verdadero desafío espiritual entenderse, valorarse, sentirse y verse bendecido por Dios en los momentos de tribulación, dolor, enfermedad, tristeza, persecución, abandono, hambre, desconsuelo. La idea de “felicidad” choca de frente con estas realidades que forman parte de la vida y que se hacen presentes y a veces envisten sin compasión a todos sin excepción. 

Entendemos entonces que la intención de Jesús en este discurso de la Montaña es el de abrazar en la bendición de Dios a todos aquellos que han sido y se sienten excluidos de ella. 

Jesús hereda una manera específica de entender la Bendición de Dios, esta está claramente asociada a la felicidad y al bienestar procurado por Dios. Una persona bendecida es aquella que abunda en bienes de todo tipo, familia, posiciones, prestigio y privilegios. Todas estas cosas son señales de bendición y su carencia no apunta directamente a la noción de maldición sino a de ausencia de la Bendición que otorga a Dios a los suyo. Cabe destacar, además, que otro elemento presente en esta noción de bendición es que ésta se recibe como un premio a la fidelidad y la probidad.  

Evidentemente esto deja por fuera a una inmensa mayoría que ve su vida ajena a este don de Dios y no entiende el porqué de sus sufrimientos, pobreza, enfermedad y “humillación”. 

Jesús consciente de esto los llama, los convoca y los congrega; los recoge, los acoge y los asiste. Se sienta a su lado, les concede su tiempo, les comparte los sentimientos de su corazón y les imparte sus enseñanzas; renueva en ellos su ser para sí mismo y su ser para Dios. 

Así pues, Jesús antes de proclamarlos “Bienaventurados” los hace sentirse Bendecidos. 

Nuestro desafío espiritual hoy día sigue siendo el planteado por Jesús en la Bienaventuranzas y es justamente este: sentirnos en todo momento bendecidos por Dios y favorecer que la bendición de Dios alcance a aquellos que viven el dolor, la enfermedad, la pobreza y necesidad, la marginación y la humillación, y en toda clase de tragedia que afecte lo humano y al ser humano. 

Bendecido seas si así lo hicieras. 

Yerko Reyes Benavides

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