Año a año, llegado el Tiempo Litúrgico de la Cuaresma, se nos hace la misma invitación:
Ayuno, Oración y Limosna.
Esta práctica está inspirada en la Palabra de Dios; y aunque históricamente su propuesta es más judía que cristiana, el mismo Jesús la promueve como “agradable a los ojos de Dios”; eso sí, depurada de los excesos y de los abusos que incurrían los que la realizaban o la proponían a otros.
¿Qué reparo hace Jesús ante estas prácticas de piedad?
Que se habían vuelto en una especie de exhibicionismo piadoso y religioso; en donde la intención de agradar a Dios se había sustituido con el obvio propósito de ganar prestigio y ser exaltada la persona que la realizaba por el reconocimiento de la gente.
Jesús califica esta práctica de “hipócrita”, y con toda razón. La fe no puede ser tomada como un mero instrumento de promoción personal; y lo que se haga desde la fe, ha de llevarnos a una vivencia más consecuente y coherente con lo que por ésta proclamamos.
Por eso Jesús reclama para el ayuno, la oración y la limosna ese sentido de intimidad:
“Y tu Padre que ve en los secreto, te recompensará”. (Mt 6,6)
Jesús no modifica en absoluto la realización de estas prácticas, sino la intencionalidad, el propósito y la finalidad de éstas. En otras palabras, el ayuno sigue siendo ayuno, la oración sigue siendo oración y limosna, limosna.
En nuestro afán de hacer más practicable estas prácticas, hemos vuelto lo simple en complejo. ¿Quién hoy día no entra en dudas con respecto al ayuno y su práctica? por ejemplo. Han surgido tantas y tan variadas formas de practicar el ayuno que ya es complicado realizarlo: ayuno de la lengua; ayuno de un gusto; ayuno de un vicio; ayuno de un defecto; ayuno de una persona o relación…
En cuanto a la oración, hemos confundido cantidad por calidad. Y abundan los rezos durante este tiempo. Rezos en su mayoría penitenciales que en vez de liberarnos de un peso nos imponen una carga. Este es el tiempo del año que tiene la mayor cantidad de plegarias, rogativas, rezos y oraciones.
Y con la limosna nos pasa algo semejante. No falta quien sugiera una limpieza de closet sacando todo aquello que no se usa y entregándolo en donación. ¿Dónde queda aquello de dar de los que nos hace falta y no de lo que nos sobra?
Itinerario Espiritual de Cuaresma
Volvamos a lo sencillo. Regresemos a lo simple: que nuestro ayuno sea ayuno; nuestra oración una ocasión privilegiada para estar en la presencia y compañía del Señor y nuestra limosna un acto verdadero de amor y servicio.
La propuesta que hacemos para nuestro Itinerario Espiritual de Cuaresma es vivir el sentido original de estas prácticas de piedad: desprendimiento, humildad, sacrificio.
Tenemos 40 días para ponerlas en práctica: 40 días de ayuno; 40 días en oración; 40 días para la caridad. Simple.
Quizá, y es sólo una especulación, en la parte en la que se nos desorbitan los ojos es en los 40 días de ayuno, porque en las otras dos, ya mal que mal, las tenemos cubiertas.
- Pero ¿Cuál de los ayunos?
Respuesta: privarse de alimento entre la cena del día anterior y la comida principal del día siguiente (almuerzo).
- ¿40 días?
Respuesta: Si, 40 días y no sólo los días de obligación.
Esta propuesta es un volver a lo simple y a lo sencillo; a la práctica en su sentido primigenio, sin perder de vista el carácter de intimidad que se busca propiciar por ellas. Una intimidad que nos pone a cara a cara con Dios y a solas con él; en donde desaparecen las escusas y no tienen sentidos los pretextos.
Toma esta propuesta como lo que es una sugerencia, una recomendación, y no una obligación. En esta propuesta son válidos los puntos intermedios.
Yerko Reyes Benavides
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