Estamos ya a vísperas de comenzar el tiempo litúrgico de la Cuaresma, y cada vez que ésta se acerca recuerdo aquel providencial pasaje de la escritura, en el libro del profeta Isaías que habla del “año de gracia del Señor” (Cf. Is 61,2)
¿A qué hace referencia ese “año de gracia”?
Sin irnos a perdernos en detalles, un año de gracia, es un tiempo de perdón; en el cual las deudas son indultadas. A esta acción nosotros la llamaríamos popularmente: “Borrón y cuenta nueva”.
¿Te has puesto a imaginar, en algún momento, la maravillosa oportunidad que tienes, cada año de hacer este gran borrón?
Sacramentalmente este indulto total lo recibimos el día de nuestro bautismo: Todos, absolutamente todos nuestros pecados, no sólo son perdonados, sino borrados de nuestra naturaleza y olvidados para siempre por Dios; y estamos hablando de todos, todos y no sólo del pecado original.
Nuestra naturaleza humana queda como solían decir lo antiguas filósofos refiriéndose a la capacidad intelectual y de la mente: “tan cuan tabula rasa”.
Todo lo que hacemos a partir de ahí, ya es nuestra responsabilidad, y de ello hemos, en su momento, de dar cuentas.
Sin embargo, año a año, en nuestro caminar por el año litúrgico, nos topamos, lo queramos o no, con este tiempo especial, que es, antes que nada, un llamado y una invitación. Un llamado a la Conversión y, una invitación al Cambio.
De lo que si hemos de hacer conciencia es que no se trata de un cambio cosmético: vestirnos de penitencia, ayuno y oración y unos cuantos rezos. Sino de una transformación substancial y trascendente; es decir, una renovación profunda que afecta a toda nuestra vida interior: emociones, sentimientos, pensamientos, criterios, valores, estructuras y esquemas mentales que se traducen en comportamientos y acciones u omisiones (porque no hacer nada también es hacer algo, y conlleva repercusiones de las que somos enteramente responsables).
Cuaresma es, por así decirlo, hacer una intervención total y consiente de nuestra vida y la manera como la estamos viviendo, y en todos los ámbitos que la sostienen.
En Cuaresma no tenemos la presión del “mea culpa” constaste, pues, no vamos a un desierto a pasar necesidad sino para escarbar, animado en la austeridad que éste implica, en lo más hondo de nuestro ser y sacar de lo profundo aquello que impide que vivamos en la plenitud de la libertad como hijos de Dios que somos, en virtud de Cristo.
En Cuaresma no tenemos la presión del “mea culpa” constaste, pues, no vamos a un desierto a pasar necesidad sino para escarbar, animado en la austeridad que éste implica, en lo más hondo de nuestro ser y sacar de lo profundo aquello que impide que vivamos en la plenitud de la libertad como hijos de Dios que somos, en virtud de Cristo.
Año de gracia: tiempo de Reconciliación.
Antes de seguir, puntualicemos algo: el año –tiempo- gracia depende de total y enteramente de Dios. No hay nada que haga o deje de hacer que lo promueva, lo impulse o lo incite. Es todo gratuidad de Divina. En su génesis está la más pura Bondad y la más grande Misericordia Divina.
Comprendamos, entonces, es Dios quien toma la iniciativa y actúa; y lo hace a través de su Hijo: nuestro Señor Jesucristo con quien nos encontraremos al final de este tiempo en su entrega total y radical, sellando con su propia Sangre este pacto de Amor Divino con nosotros.
Lo mencionado anteriormente, no depende de nosotros. Se dio en su momento (histórico) y nada lo cambiara, se sigue dando (espiritual) en cada tiempo, cuando haciendo consciencia de lo hecho ya por Dios lo asumimos hasta sus últimas consecuencias: ser nosotros, en esta época otros Cristos.
Cuaresma, visto desde esta perspectiva de profunda espiritualidad, más allá del contenido penitencial –necesario para incitar y mover estos procesos- es una oportunidad para renovarnos interiormente a niveles que solo en y por gracias de Dios (la gracia de este tiempo) podemos alcanzar; llegando incluso a reinventarnos (Metonoia).
- ¿De qué depende esto?
De un acto de humildad, por el cual acogemos el llamado y respondemos a la invitación.
- ¿Qué va a demarcar el camino?
La Palabra de Dios. Ir acompañados y acompañando a Cristo en su vivencia de amor y en su entrega remisora.
- ¿Cuál va a ser nuestro destino?
La Resurrección y la Pascua (pasar de la muerte a la vida en y por Cristo)
- ¿Cuándo comenzamos?
Ya, si así lo quieres; pero litúrgicamente el miércoles, llamado de Ceniza, cuando nos acerquemos a su impostura en nosotros, conscientes de todo el Itinerario Espiritual que nos aguarda en los siguientes 40 días, dejando de lado ya, lo meramente ritual y mítico del acto.
“El espíritu del Señor me acompaña,
por cuanto que me ha ungido Dios.
Me ha enviado a anunciar la buena nueva a los pobres,
a vendar los corazones rotos,
a pregonar a los cautivos la liberación,
y a los reclusos la libertad;
a pregonar año de gracia del Señor,
y un día de venganza de nuestro Dios;
para consolar a todos los que lloran,
para darles diadema en vez de ceniza,
perfume de fiesta en vez de duelo,
alabanza en vez de espíritu abatido”.
(Is 61,1-3)
Yerko Reyes Benavides
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