Entre los fines que tuvieron los evangelistas al poner por escrito todo lo concerniente y lo sucedido con Jesús (Cf Lc 1,1-4), no está hacer una exposición detallada de los sentimientos, emociones y afectos del de Nazaret.
Lucas, en el prólogo de su Evangelio, es el único que explícitamente expresa la razón de escribir “ordenadamente” las cosas: Dar consistencia y credibilidad a la enseñanza trasmitida. Así, pues, ni si quiera Lucas tiene intención de detallarnos esos rasgos de la personalidad de Jesús que atraen ahora nuestra atención.
El hecho de que ningún autor sagrado haya tenido como propósito describirnos las emociones, carácter o cómo Jesús manifestaba sus sentimientos, implica que no estén presenten en sus Escritos.
Abordar la “vida emocional” del Señor, no es tarea para un artículo. Lo que si podemos hacer, y es la meta que nos trazamos, acercarnos al Corazón del Maestro, a través de uno de sus sentimientos; uno en específico, uno que tiene eco en los cuatro Evangelios y que nos habla del sentir de Jesús en su interior.
No hace tanto, en una conversación sostenida entre un grupo de personas, en el que me encontraba, surgió el dilema que lo voy expresar de la forma más sencilla que me es posible:
¿Lastima o Compasión?
No quiero hacer las veces de adivino, pero seguramente ya tú, mi apreciado lector, hiciste –instintivamente- tu elección.
Sí, el término “lastima”, lamentablemente, no goza de popularidad; y aunque no hayamos hecho el ejercicio de ir a buscar el origen, la etimología y el significado de estos vocablos, nos decantamos como sentimiento –positivo y agradable- por la “compasión”.
El asunto, no queda ahí. Surge, en la mencionada conversación una pregunta:
Y en Jesús ¿lastima o compasión?
Imagen de Cristo del siglo IV |
No voy a mantenerte en ascuas hasta el final, esperando una respuesta: Compasión: Jesús sentía compasión.
¿Cómo podemos estar seguros, si los evangelios no hablan de los sentimientos de Jesús?
Precisamente, al no hablar de los sentimientos de Jesús, nos hablan de los sentimientos de Jesús, y nos dan la certeza que éstos eran completamente reales. Te pongo un ejemplo:
Mateo 9,36:
“Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ellos, porque andaban extenuados y cansados, como ovejas sin pastor”.
En esta cita que tomamos del Evangelio de Mateo, el escritor no nos habla de los sentimientos de Jesús, sino de la gente, aquellos que buscaban con imperiosa necesidad al Señor. Pero al hablarnos de ellos, Mateo menciona el sentir de Jesús en su interior. Los ve, los contempla, siente a la gente, valora su esfuerzo, hace suya su necesidad: se compadece.
Este sentir de Jesús es real, es auténtico y verdadero. No es un recurso literario, no es una analogía o una simbolización: Jesús siente compasión. Y de esta experiencia genuina, aprendemos también nosotros.
El sentimiento que inunda el corazón de Cristo, no lo deja como simple espectador de la necesidad, del sufrimiento, de la miseria de la gente, sino que lo lleva a fijar posición y a actuar:
“Vengan a mí, todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso”. (Mt 11,28)
Y también encontramos en el Evangelio de Juan:
“Yo soy el buen pastor: el buen pastor su vida da por las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen” (Jn 10,11.14).
De lo expuesto, vamos comprendiendo lo que implica el sentir y consentir la compasión como una emoción y como un sentimiento. Tenida por nosotros, la compasión nos hace sentir el sentir de Jesús.
¿Qué es lástima?
En la conversación citada, surgió esta inquietud: Jesús también sintió lástima. De hecho existe un texto del Evangelio que así lo reseña.
Abramos aquí un paréntesis y, antes de continuar, pesémonos un ratito por los vocablos “lástima” y "compasión":
Lástima: del latín: “lastimar” que a su vez se relaciona con el vocablo, también latino “blastemar”, lo que resultaría en “observar a quien padece”.
Por su parte, "Compasión" trata de una palabra que procede del latín ‘cum passio‘ y que podría traducirse como ‘sufrir juntos‘ o ‘lidiar con emociones‘. Pero a su vez el verbo ‘passio‘ procede de la palabra griega ‘pathos‘ que se relaciona con el sufrimiento interior de la persona. Así se entiende que la compasión es la manera con que participamos del sufrimiento del otro.
Resaltemos una de las diferencias que nos deja la etimología de estas palabras:
- La compasión implica acción. Por tanto, se trata de un sentimiento activo. ¿Qué significa esto? Pues que la persona que practica la compasión hace todo lo posible para eliminar o mitigar el sufrimiento del otro.
- La lástima implica pasividad. La persona que siente lástima manifiesta un sentimiento pasivo o, lo que es lo mismo, expresa tristeza pero ausente de acción, aunque esté viendo a alguien sufrir por alguna razón. Se trataría de un sentimiento menos duradero.
Mateo 20, 34:
“Entonces Jesús, teniendo lástima de ellos, tocó sus ojos, y al instante recobraron la vista, y lo siguieron”.
Hemos de resaltar, que no en todas las versiones de la Biblia que existen, este texto, el término utilizado para describir el sentimiento de Jesús lo traducen como “lastima”. Sin embargo, la curación de los ciegos, es uno de los pocos textos en donde el sentimiento del Señor, lo traducen utilizando el vocablo “lástima”. Otras maneras en las que ha sido traducido son: “misericordia”; “conmovido”; no puede faltar el “sintiendo compasión” y, una que en lo personal me atrajo mucho: “movido por la ternura” (Cf. Biblia Kadash Israelita Mesiánica).
Lo que no podemos dejar de resaltar, es que sea “lastima” o sea “compasión”, Jesús jamás se queda absorto en su sentimiento, sino que, siempre responde solícito a la necesidad de quien en su tribulación y dolor acude a él.
En ti, ¿qué hay: lastima o compasión?
Yerko Reyes Benavides
PE: Si quieres profundizar sobre el tema de la compasión en Jesús, te remito a las fuentes: Mt 14,14; 15,32; 18,27; Mc 5,19; 6,34; Lc 7,13; Lc 10,33 (toda la parábola del buen samaritano); entre otros textos de los Evangelios.
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