Trazos a Mano
Y con esta categórica afirmación, no hago una negación de aquello que muchos intentan expresar en lo que suelen decir, sin detenerse a pensar.
Decir: "El tiempo de Dios es perfecto", sin pensar mucho en lo que se está diciendo, sólo para afirmar que las "cosas pasan cuando han de pasar", puede ser sostenido sin problemas, pero creer en eso que decimos, hace aguas por todos lados.
El tiempo no puede ser perfecto pues perfecto sólo es Dios, y decir que el tiempo de Dios es perfecto es atribuir una cualidad improbable a algo que es imposible.
Simplemente en Dios no hay tiempo.
Y, podemos dar un paso más allá: en sí mismo el tiempo no existe, y si llegáramos a necesitar que el tiempo exista para comprender nuestra temporalidad, entonces, tendríamos definitivamente que aceptar que el tiempo siendo necesario, no puede ser perfecto al igual que lo es Dios.
Es nuestra, la necesidad de medir las cosas y utilizamos los elementos que están a nuestra disposición para ello.
Me pregunto: ¿Cómo se medía el tiempo antes que se descubriera que la tierra gira alrededor del sol y no a la inversa? ¿Cómo se medía el paso de los años?
Lo sabemos, claro que lo sabemos, pero damos por sentado que las cosas siempre han funcionado como ahora funcionan para nosotros.
Entonces no ha de sorprendernos que Matusalén, quizá fue un Señor que llegó a una edad estratosférica de 99 o 110 años y no los 969 “años” que se afirman de él. El tiempo en el que vivió este personaje bíblico fue otro tiempo, es decir, en un período de nuestra historia en la que 45 años –de los nuestros- ya se era un eminente anciano.
Dios no se mide en años, Dios es Eternidad, y sus días, tal como lo afirma el salmista “es una ayer, que ya pasó” (Cfr, Sal 90, 4)
Quizá, y es una propuesta descabellada, para poder comprender nuestra existencia, hemos de liberarnos definitivamente del yugo que nos impone el tiempo.
Yerko Reyes Benavides
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