miércoles, 19 de mayo de 2021

De buen pastor al Buen Pastor

La idea del Buen Pastor no es inédita de Jesús, ya estaba presente como imagen para describir, en primer lugar la manera de tratar Dios a su pueblo, y en segundo, de hacer una denuncia profética sobre la actuación de aquellos líderes y gobernantes de Israel que alejados de su misión, se convertían en lobos de rapiña en vez de pastores solícitos en la atención de las necesidades de su gente.

Preámbulo

Aunque este artículo no trate al respecto, hagamos un sucinto repaso sobre los textos bíblicos que procuran la imagen del Buen Pastor.

El primero de ellos, uno muy conocido y recomendado como oración en tiempos de tribulación: Salmo 23 (22); “El Señor es mi pastor, nada me falta, hacia verdes praderas me conduce y repara mis fuerzas” (v.1), anima el salmista, hablándonos del Dios que nos atiende en la necesidad y el cansancio. Lo que nos lleva a pensar en Jesús, quien nos dice: “Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados por el peso de la carga, que yo los aliviare” (Mt 11,28). Sin embargo, no es este el texto en el que le reconocemos como el Buen Pastor, sino este, cuando nos dice de propia palabra: “Yo soy el Buen Pastor, conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí” (Jn 10,1-21)

Otras referencias bíblicas al Buen Pastor las encontramos en Isaías 40,11; Jeremías 31,10; Ezequiel 34,10 (una denuncia contra los malos pastores); Zacarías 7,13; además, hay breves pero sugerentes referencias en el Salmo 78,52; también en Hebreos 13, 20 y en la primera carta de Pedro 2,25.
Una buena estrategia de comprensión, útil para nosotros que estamos acercándonos a la interpretación con carácter espiritual de los textos de la Palabra de Dios es revisar detenidamente todos estos textos y hacernos una idea general del tema que nos ayude a contextualizar la imagen del Buen Pastor que Jesús asumirá como cualidad específica de su mesianismo.
Lo anteriormente planteado nos lleva a no dejar supuestos en el aire y poner en claro que es necesario a este punto, abandonar la lectura de este escrito y dirigirse al texto bíblico de Juan 10,11-21 donde entremos de mano propio en contacto con la presentación de Jesús como el “Buen Pastor”.

Algo para hacer con el texto
  • Hacer una pre-visualización de la imagen que cada uno tiene del Buen Pastor. Lo que le sugiere, le inspira y le procura tanto emocional, devocional y racionalmente.
  • Contrastar, luego de haber leído el texto sagrado, lo que nos inspiró en la pre-visualización, luego lo que nos sugirió la imagen presentada por Jesús y lo que generó en algunos judíos y autoridades religiosas del tiempo de Jesús.
De buen pastor al Buen Pastor

¿Qué fue lo que dijo tan terrible y peligroso que causó entre algunos judíos y sus autoridades el repudio, el rechazo y el menosprecio de la acción de Jesús?

¿Es la imagen del Buen Pastor tan inocente como nos imaginamos?

Son al menos dos preguntas que surgen al leer un texto del que se le suprime el contexto: la curación del ciego de nacimiento (todo el capítulo 9 de san Juan) y la reacción de los judíos (últimos versículos del capítulo 10, de los que se prescinde casi siempre).

De lo dulce de una visión a la determinación de la misión: la denuncia y la entrega.

No hay cristianismo que no pise tierra, que no se comprometa con la transformación de la realidad más cruenta y cruel en la que se vive o en la que viven los seres humanos.
Una de las más grandes tentaciones que hay que vencer cuando decidimos navegar mar adentro en la vida espiritual es desconectarla de la realidad, separarla de lo material, como si se tratará de dos ámbitos contrarios, confrontados, divididos e irreconciliables.
El discurso del Buen Pastor no está desconectado de la realidad, no es una alegoría cándida de un Dios que es todo corazón (la implica, la presenta, pero no es el todo, ni la reduce tan sólo a eso) es una crítica al liderazgo imperante en el momento, cuyo interés no es la protección, resguardo y seguridad de las personas, sino el de un uso a conveniencia, para satisfacer los propios intereses, el ego, la avaricia, la ambición de poder, de dominación y de sometimiento.

Jesús recoge en sí mismo la denuncia encarnecida por la que muchos profetas fueron perseguidos e incluso sacrificados y, también encarna en sí mismo y para sí, la visión anunciada del Pastor bueno que trae consuelo y esperanza a un pueblo cansado y agotado.

Así pues, el Buen Pastor es una dura crítica a los sistemas en los que la gente (como ovejas) es usada como medio y no como fin.

Todo cuanto el pastor hace está en función de la oveja a la que está unido y no sólo protege. Deja atrás Jesús toda pretensión de poder y dominio. Entre el pastor y la oveja, no se da una relación de amo y siervo, de poseedor y poseído; de dueño y esclavo; y por supuesto, ni de cerca considerar a la oveja una entidad carente discernimiento y autonomía.


Conocen mi voz

Las ovejas, siendo sujetos del pastoreo, siguen al Pastor, quien:
Camina delante de ellas para guiarlas, con ellas para acompañarlas y detrás de ellas para protegerlas.
El pastor está al servicio, no se sirve; convive, comparte, nutre y se nutre. Establece una simbiosis de pertenencia espiritual, donde la oveja no es sometida, sino conocida y reconocida.

El pastor no piensa “por” la oveja, sino que convive “con” la oveja, comparte con ella y procura el ambiente idóneo en el cual pueda crecer y desarrollar todo su potencial.

En otras palabras esto es conocer y también reconocer – y no suponer – y es la tarea del pastor y al igual que del pastor es tarea de la oveja que deja de ser el ente pasivo de esta relación simbiótica.

Conclusión

La conclusión queda abierta. Es la lectura que tú puedas hacer de ti mismo a través de las líneas de este escrito que no busca sustituir tu pensamiento sino promoverlo.

El manantial de agua fresca está delante, y la propuesta de Jesús, está un poco más clara.

En lo que seguramente coincidiremos es que, viéndolo bien, la propuesta que hace Jesús del Buen Pastor tiene, ciertamente, un dejo de locura.

Yerko Reyes Benavides

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