domingo, 24 de mayo de 2020

Y Subió a los Cielos...


¿Cómo te imaginas fue la Ascensión del Señor? 
Pues… que Jesús se fue levantando por los aires, y subiendo, subiendo, subiendo, hasta desaparecer entre las nubes del cielo…
Una de las cosas que tenemos claras es que los protagonistas de este acontecimiento no están presentes para darnos detalles y hacernos una cronología exacta y fehaciente. 

Entonces, lo que tenemos, de parte de estos testigos presenciales, son unos relatos trasmitidos de forma verbal, que fue la primigenia forma de la evangelización. 

Luego de transcurridos 30 o 40 años, estos relatos verbales, voceados de persona a persona, de comunidad en comunidad, fueron puestos por escrito; y es lo que leemos en los santos Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las Cartas que dejan constancia de este hecho. 


¿Cuál hecho? 

Observemos antes que nada los tres que nos resultan más evidentes: 

El primero, que Jesús, luego de haber padecido, muerto y resucitado, “ascendió” - en humanidad y divinidad - a “los cielos”; es decir, se fue; su “presencia física” ya no está más entre nosotros. 

El segundo, que los discípulos quedan en este mundo. 

El tercero, que a los discípulos, el Señor, les confía un quehacer, una tarea: una misión. 

Luego, nos percatamos de los acontecimientos que son ya más una interpretación que un hecho en sí mismos: 

El primero, que la marcha del Señor, no es razón de duelo, sino de esperanza y por su despedida no es ausencia, sino la promesa de regreso. 

El segundo, los discípulos dispersados tras muerte del Cristo, fueron siendo reagrupados por el Resucitado, hasta estar nuevamente reunidos todos al momento de la despedida. 

El tercero, que la realización de la misión encomendada, no ha de postergarse y que su realización en el mundo es inminente y depende de ellos, ahora como testigos. 

El cuarto, que los discípulos no están listos para afrontar el desafío del Señor, y en vez desperdigarse por “todos los rincones del mundo” se recluyen una vez más, pero esta vez en oración y a la espera del Paráclito. 

El hecho de la Ascensión del Señor, descrito de esta manera nos deja con muchas inquietudes (en las que insisto seguir meditando), pero con una certeza. 

¿Qué certeza? 

No importa cómo se imagine, visualice o represente mentalmente la Ascensión del Señor –eso tampoco fue lo relevante para los escritores sagrados- probablemente lo que sea dicha percepción del acontecimiento ni se acerque a lo que en verdad aconteció. 

Lo realmente fundamental es que ante el hecho de la partida del Señor, se esté claro en lo importante: 
Que mis ojos estén fijos en el camino, que mis pies estén firmes sobre el suelo, que mis manos estén aferradas sobre el arado y mi corazón soñando el cielo, donde está mi amado. 
Y me quedo en el mundo, amando con su amor, hasta que llegue al lugar, donde está el que a mí me amó primero.

Yerko Reyes Benavides

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