No soy lo que son las circunstancias. Ni si quiera tengo la obligación de sentirlas “mías”, como si fueran una parte de mi a la que no puedo renunciar.
Las circunstancias, eso sí, son el escenario en el cual se presenta y también se representa esta vida. No puedo renunciar a unas circunstancias que le den contexto a este acto de vivir, aunque siempre tengo la opción, y que no lo olvide, de cambiar el escenario.
Así pues, estas circunstancias que reconozco presentes, en este ahora y en este instante, no me definen, aunque para entender lo que voy siendo, necesito del contexto que ellas le proporcionan a las decisiones que voy tomando.
Que la imponencia con la que la que impactan las circunstancias tu existir, no hagan de ti su víctima o su cómplice. No tienes la obligación de dejarte atrapar por los caprichos y antojos de las circunstancias cuando se hacen hirientes, perniciosas, injuriosas.
Si esta esencia que te define y me define, estuviera sujeta exclusivamente a este mundo y sus ademanes, las circunstancias serían su premio y también su castigo.
Por gracia, lo que somos, trasciende este mundo, su tiempo y sus circunstancias, y dan la paz que necesita el espíritu para cambiarlas cuando lo que en verdad se es, por ellas queda en peligro de fenecer para siempre.
Fluimos con las circunstancias, no lo olvidemos; pero no somos su producto, ni tampoco su resultado. Las circunstancias necesitarán de nuestro permiso y aprobación para apoderarse de nuestra esencia, y hacer de nuestra vida una pluma movida por sus caprichos y sus antojos.
Y por mucho dominio que tengan en nosotros las circunstancias, sólo serán el contexto de nuestra existencia que fluye a la trascendencia, movido por la libertad que proporciona saber que siempre puedo decidir cambiarlas.
¿Para qué sirven, entonces, las circunstancias?
Para aceptar sin juzgar, para perdonar sin ni condenar y para entender lo que cada uno va siendo. Le da un lugar a la compasión y a la misericordia.
Si Dios no supiera de nuestras circunstancias, hace rato, de nosotros se habría olvidado.
Yerko Reyes Benavides
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