martes, 14 de agosto de 2018

Soñar, mi virtud

“Lo más significativo de la vida no es soñar.
Sino tener a quien abrazar
cuando los sueños comienzan
 a hacerse realidad”.


Soñar, soñamos todos, aunque sueños no queramos, dormidos aparecen en el horizonte de nuestra inconsciencia.

Capacidad maravillosa de nuestra mente, que a pesar que renunciamos a los sueños, éstos se siguen mostrando como expresiones simbólicas que dejan al descubierto de nuestro intelecto los deseos más íntimos de nuestro corazón; los miedos que subyacen en nuestro interior producto de nuestra frustración.

Lenguaje del alma son los sueños que soñamos, inconscientes. Habla, no nuestro instinto, sino los anhelos secretos, de aquello que nos hace ser siempre niños.

De niños es soñar, no es un mundo de fantasía, sino ver la vida con otros ojos: lo de la ilusión y la esperanza; donde la malicia no cabe, y la libertad es plena, incluso para volar.

¡Qué tontos somos! Pensamos que la única manera de volar es despegar nuestros pies del suelo y elevarnos por los cielos. No, el niño no se cierra en los paradigmas de la lógica que enseña que para volar alas se han de tener. Los sueños no contemplan la aerodinámica, sólo se lanzan a conquistar el espacio, que no está arriba en lo alto del cielo, sino en lo profundo y más íntimo de la imaginación; el sueño mismo.

Maravillosos son los sueños nocturnos, mas aquello que soñamos despiertos son los mejores, puesto que le dan calor a la vida, orientan los pasos, amplían las perspectivas; nos hacen salir del marco doctrinal y conceptual en el que nos empeñamos someter la vida: ¿Y decimos ser libres?

La libertad viene de la capacidad de soñar, de extender las alas y echar a volar la imaginación indómita, que nos lleva a vencer los temores y a dejar en cada acto lo mejor que de nosotros.

Los sueños son una invitación a dejar atrás los miedos, pero también las posesiones. Poseer nos ancla, nos limita: poseo la verdad decimos; y cuando llegamos a tal convicción dejamos de soñar; la verdad es nuestra, dejamos de buscar. Y cuando esto sucede perdemos la libertad, nos hacemos esclavos de la verdad que poseemos.

¿Cuándo la realidad se acabó? cuando dejamos de soñar y nos conformamos con que no hay nada más que hacer, ni un talento más que descubrir; la vida se vuelve aburrida, dejamos de existir.

“Sueño luego existo y la libertad es mi almohada".

Yerko Reyes Benavides

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