Amado Señor,tan cercano, tan distante,
tan presente y tan ausente;
allegado al yugo del destierro,
mi corazón se pierde en el desierto,
agostado quedó y sin fuerza,
tú senda en mi se vuelve cuesta.
Desesperanza es mi lamento,
me invade la noche y lo incierto,
el quererte, el no tenerte,
el desconsuelo me envuelve;
no quedan alabanzas en tu templo,
el anhelo de tu incienso está en mi adentro.
Grito tu nombre:
Pastor, pescador,
maestro, Señor;
silencio, no hay ruido,
suspiro, ni un sólo gemido:
el ruiseñor detiene su canto
el viento en mi no extiende su manto.
Amado mío,
¿Adónde caminas?
ven aprisa, vuelve a mi,
no dejes mi ser en ruinas:
sollozante de tus favores ,
sediento de tus amores.
Basta de este anochecer somero,
en el amanecer te espero,
tu aroma es mi desvelo,
entre tus brazos me renuevo:
el latir de pecho, Amado,
es el todo,
y mi consuelo.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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