Mi espíritu resquebrajado andaba,
desechas mis alas estaban; volar alto, tocar el cielo
mi más grande anhelo,
un sueño quedado en deseo.
Mi ser entero por limpida agua clamaba,
de día y de noche un manantial buscaba;
oasis en el destierro que mi sed apagara,
rocío impoluto que a mi amor marchito lavara.
Aquel día, sin ser distinto,
entre penas y lamentos fui por instinto,
el viejo pozo en sus entrañas ya no albergaba,
la compasión que mi ilusión esperaba.
Estabas ahí,
tu voz dulce y sutil, entonces oí,
me dijiste: “dame de beber”, no lo creí,
soy yo quien necesita de ti:
de la fuente rasgada de tu pecho,
desbordar mi dolor en tu lecho.
Agua viva,
manantial inagotable de vida:
tu Cuerpo es mi comida,
tu Sangre mi bebida.
Embriágame en el océano de tus amores,
sáciame en el mar de tus perdones;
deja abierta la puerta de tu ser,
mi alma en vuela ya no tendrá mas sed.
Amén
tu voz dulce y sutil, entonces oí,
me dijiste: “dame de beber”, no lo creí,
soy yo quien necesita de ti:
de la fuente rasgada de tu pecho,
desbordar mi dolor en tu lecho.
Agua viva,
manantial inagotable de vida:
tu Cuerpo es mi comida,
tu Sangre mi bebida.
Embriágame en el océano de tus amores,
sáciame en el mar de tus perdones;
deja abierta la puerta de tu ser,
mi alma en vuela ya no tendrá mas sed.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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