Mi Dios noble y sereno,
Jesús Nazareno,tus pisadas ya conocen el destierro,
el palpitar de tu pecho del Padre su anhelo,
mas tu caminar no es incierto,
con deseo contemplas el desierto.
Mis ojos en tus huellas están puestos,
mi espíritu y alma dispuestos,
súbito se retuerce mi ser en duda,
el temor me golpea e inunda,
me sitia el miedo
no lo niego:
tiende a mi tu mano,
sólo contigo a mi lado
el tentador será derrotado.
Vaciado quedará mi ser en la arena de la desolación
y en este suelo abrasador acrisolada será mi intención,
harta de desesperanza, en este desierto de incitación,
mi alma saciará su sed en el oasis de tu consolación.
Apuremos el paso,
Amado Señor,
el desierto nos espera,
el aguijón y también la prueba;
austeridad, silencio y oración,
libraremos la tentación:
en flor quedarán mente y corazón
listos a la hora de la oblación.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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