miércoles, 4 de agosto de 2021

¿Ir a Misa?

Un día me hicieron una pregunta que despache con la convencional respuesta:

¿Por qué ir a misa?
  • La Misa es un sacramento que nos proporciona la gracia santificante necesaria para el alma que espera la salvación.
  • Es la entrega incruenta del Verbo Divino que se da en remisión de nuestros pecados.
  • Es deber y es precepto…
Todo lo antes expresado, aunque correcto, dejó una inquietud que por mucho tiempo estuvo rondado en las meditaciones que hacía sobre el tema, hasta que encontró una manera de presentarse que no pude eludir de forma tan desentendida.

Un giro muy pequeño en la pregunta lo cambió todo:

¿Por qué voy yo a misa?
 

Después de tanto buscar, investigar, pensar, meditar, reflexionar y orar, llegué a la respuesta de tan sólo una razón:

- Para recordar.

- ¿Para recordar?

- Si, para recordar.

No es la respuesta que esperaba. Tantos siglos de dogmas, doctrina y teología… esperaba de ti algo más elevado –algo como lo anteriormente dicho- a la altura del misterio que contiene; una apología que promueva su existencia, que la defienda de los continuos ataques y que ponga una coraza protectora ante los que la pretender cambiar, incluso razones por las cuales no hay que faltar a ella y menos si es domingo.

Esos serían los argumentos de la Iglesia y sus razones, no la mía.

¿Entonces? Para recordar qué, si se puede saber:

Para recordar cuánto me ha amado Dios.

Para recordar que Dios no ha dejado de amarme.

Para recordar cuánto me sigue amando Dios Padre, en su Hijo, por la acción del Espíritu Santo...

… Y para recibir ese día, el detalle de su Eterno Amor, que ha dispuesto para mí en el altar de su ternura, misericordia y compasión; un beso sutil, una caricia intensa y a la vez gentil de su corazón en el mío.

Me introduce en el cielo sin darme cuenta; en un instante me viste de fiesta y me sienta a la mesa de su Reino, en el que él mismo dispone la mesa y se hace alimento no sólo de mi alma sino también de mi corazón y de todo mi ser.

Al terminar tan magnifico banquete me despide con su bendición y el deseo de su paz y, aunque la mayoría de las veces no me fijo, deja la puerta sin cerrar para que pueda volver a este lugar las veces que quiera, mientras busco, lo que él ya por mí ha realizado, no levantarme más del lugar que ha dispuesto para mí a su lado por toda la eternidad.

Voy a Misa para recordar.

Yerko Reyes Benavides

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