domingo, 18 de julio de 2021

Espiritualidad: aclaraciones

Tenemos la tentación de racionalizar todo cuanto hay a nuestro alrededor, en ello hemos perdido la capacidad de sorprendernos delante de lo insondable. Hemos hecho un gran esfuerzo a través del tiempo para que todo cuanto existe tenga un concepto o esté definido, delimitadas sus cualidades, formas, expresiones, dimensiones, esencia, sustancia, etc.

Todo está conceptualizado, definido, catalogado, caracterizado; cada objeto, situación, proceso, animación, real o imaginado, nos ofrece un qué y su para qué tipificado, acompañado de una lista de rasgos que le son propias, le pertenecen y hacen que sea lo que es y no otra cosa.

Sin embargo, hay realidades bajo este cielo, que al tamizarlas por la conceptualización, lejos de favorecerlas se ven perjudicadas, se hacen presa de las limitaciones propias de la inmutabilidad de los términos que usamos para definirlas.

Por ejemplo, si decimos que un objeto es blanco, lo reducimos a ese color, pues el término blanco no varía en significación. Así pues, si aquello que lo blanco está definiendo pierde lo blanco, deja de ser lo que lo blanco describe, y por ello se hace otra cosa, en lo que blanco no forma parte. ¿Qué queda, entonces? hacer que aquello vuelva a ser blanco (forzado o rebuscado), modificar la realidad y no los conceptos para que todo siga siendo como lo que nos tiene acostumbrado las definiciones que poseemos; caer en la negación y le execración de lo que cambió; echar aquello al saco de los olvidos donde los recuerdos están prohibidos o seguir adelante, sabiendo que las cosas cambian.

Las definiciones esclarecen la comprensión de aquello que estamos descubriendo, ayudan a comprender lo que estamos conociendo, pero también, encasilla el conocimiento, haciendo que lo que puede cambiar, porque entra dentro de la dinámica de lo perfectible, quede impertérrito por siempre.

La Espiritualidad, como noción, experiencia, vivencia, camino, adjetivo o sustantivo, es de esas cosas que es mejor no definirlas, para no detener la dinámica propia de su acción en el que de ella se hace parte. Esto no quiere decir que no tengamos que hacer un esfuerzo en hacernos de un concepto; sin embargo, mientras menos definiciones formales tengamos y a menos conceptos racionales la llevemos, prevalecerá su libertad de acción.

La ironía nuestra es que mientras decimos lo que no ha de hacerse es justo lo que ahora estamos haciendo, con la salvedad de decir e insistir no se haga: dar un concepto, establecer una definición.

El teólogo, mundialmente reconocido, Karl Rahner nos ofrece una definición de espiritualidad muy sencilla de comprender por su simplicidad y brevedad: “Espiritualidad es vivir desde el Espíritu”.

“Integración de toda la vida en forma sostenida y reflejada por la fe”, es otra definición que se aferra a términos contemporáneos para hacer eco, en la actualidad, a una noción tiene sembrada sus raíces en el suelo de la antigua Grecia.

Antes de proseguir hagamos algo, apreciado lector, a la medida en que más se haya ahondados en algo, démosle a ello la oportunidad de sorprendernos, dejar la puerta abierta, para que de tanto en tanto, salga de nuestra habitación de conceptos y vuelva a nosotros con una nueva concepción, cualidad, característica, propuesta o noción, aunque esto cambie los esquemas preestablecidos de años de almacenamiento en nuestra memoria.


Por otra parte, a lo que recientemente estemos indagando, en lo que vayamos aventurando en nociones, términos, definiciones y conceptos, no nos casemos por toda la eternidad con ello, que así como la muerte pone fin a lo que ha unido indisolublemente el sacramento, así la perfectibilidad de todo, y más la nuestra, hará que a través del tiempo, lo que una vez dimos por cerrado con el célebre grito del centinela “nada nuevo bajo el sol”, nos deje con la boca abierta de admiración al ver su novedad que en este momento no estamos en condición de contemplar.

Dicho esto, incluimos una definición más de un autor contemporáneo reconocido por su trabajo en el área de la espiritualidad como disciplina y diremos algo más sobre espiritualidad sin pretender que sea una conclusión, sino una invitación abierta a seguir investigando, pero sobre todo a hacerse una planteamiento serio y en serio de una vida espiritual que le dé sentido a la vida de todos los días.

Anselm Grûm propiamente no da una definición de espiritualidad, sino que resalta lo que está en su sustrato, lo que le es propio a su naturaleza y esto es, una vida desde el Espíritu Santo. En sus propias palabras: “la esencia de la espiritualidad consiste en vivir a partir de la fuente del Espíritu Santo”.

Esto contextualiza a la espiritualidad, la reviste con un contenido propio, con unas maneras específicas y con una dinámica particular: aquella que bebé de la fuente del Evangelio, la que tiene como referente las Sagradas Escrituras, la que se inserta dentro del ambiente propio que ha brotado como un manantial inagotable del corazón abierto de Cristo Jesús.

Esta determinación de la espiritualidad propuesta por nosotros acá, no niega la existencia de otras contextualizaciones de la espiritualidad, ni se impone como la “verdadera o la única”; sino que es capaz de convivir armoniosamente e inspirar desde sus especificaciones propias las espiritualidades existentes.

Lo que nos lleva a resaltar un elemento más, necesario en el proceso reflexivo que nos ha hecho buscar esta información. La espiritualidad que proponemos, no es una más exhibida en el anaquel de una tienda de espiritualidades; no es mejor, no es peor que otras, no se trata de eso, sino de una determinación, es decir, esta espiritualidad es la que decidimos hacer nuestra con todas sus consecuencias, y por ello es propia, única y especial.

Esta espiritualidad de la que hablamos, la que nos sorprende, la que queda abierta, la que es un camino que implica nuestra determinación y la decisión de hacerla nuestra y de vivirla con todas sus exigencias, propuestas, entregas, esfuerzos y satisfacciones es cristiana porque tiene a Cristo como fuente del cual bebe incasable e incesantemente.

Esta espiritualidad, sugerente, se inspira en la invitación implícita que deja Jesús cuando plantea “entre ustedes no sea así” al contraponer la acción de los suyos a los ademanes y maneras del mundo (Cfr Mt 20,26).
La espiritualidad es la acción que me hace visible, en este tiempo, de una manera específica y con una forma particular de vivir en bondad, alegría y libertad, en virtud y bajo la gracia del Espíritu Santo.

Yerko Reyes Benavides

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