jueves, 24 de enero de 2008

EL CRISTO DE NEUSTRA FE. Rasgos de la Personalidad de Jesús IV

1(IV) Jesús el hombre libre

d) Jesús y el sacerdocio: Aquí la cosa resulta más llamativa, si cabe, que en los apartados anteriores. Por una parte, está claro que los sacerdotes de la religión judía gozaban de la máxima santidad y veneración en Israel. Por otra parte, siempre que aparecen los sacerdotes en los evangelios es en contextos polémicos y normalmente en contextos de enfrentamiento entre Jesús y aquellos sacerdotes. Eso hace que el mensaje global de los evangelios sobre el sacerdocio judío sea un mensaje crítico, incluso provocador. Pero veamos las cosas más de cerca.

Los sacerdotes judíos se dividían en dos grupos: los simples sacerdotes y los sumos sacerdotes. De los simples sacerdotes se ocupan poco los evangelios. Pero, aun así, resulta significativo que, por ejemplo, en la parábola del buen samaritano, los personajes que pasan de largo, y son por eso el prototipo de la insolidaridad, son precisamente un sacerdote y un levita. La intención del evangelio es manifiesta. Y viene a indicar dos cosas: primero, que Jesús está por encima de los sacerdotes; segundo, que mientras lo propio de Jesús es el amor misericordioso que acoge al marginado social, lo que caracteriza a los sacerdotes es el mero trámite ritual e incluso mercantil de su oficio.

Pero lo más chocante en todo este asunto es lo que los evangelios nos cuentan de los sumos sacerdotes. Y prácticamente siempre se habla de ellos desde un doble punto de vista: el poder autoritario y el enfrentamiento directo y mortal con Jesús.

No hace falta insistir en todo esto, porque ya es de sobra conocido. Lo importante aquí está en comprender por qué Jesús se comportó así con los sacerdotes judíos, es decir, por qué se comportó así con la institución quizá más fuerte del judaísmo. Y por qué, también hay que decirlo, los sacerdotes se comportaron de manera tan brutal con Jesús.

Es evidente que allí hubo un enfrentamiento mortal. Ahora bien, eso no fue caprichoso. Si ese enfrentamiento se produjo es porque Jesús se comportó y habló con una libertad absoluta respecto a los sacerdotes y a lo que ellos representaban. Jesús no los venera. No los adula. Sino que, por el contrario, los desprestigia ante el pueblo y se enfrenta directamente con ellos. ¿Por qué? Otra vez nos volvemos a encontrar aquí con lo mismo de siempre: Jesús se enfrenta directamente a las instituciones de su nación y de su pueblo, que, en vez de servir al pueblo, se enseñoreaban sobre él y lo dominaban brutalmente.

Por eso él se rebela, toma postura frente a aquellas cosas y se manifiesta en contra de semejantes procedimientos y actitudes. Las palabras de Jesús a este respecto son tajantes: "Sepan que los grandes oprimen" (Mc 10,42 par). Para Jesús, lo propio de aquellos poderes era tiranizar y oprimir. De ahí la severa prohibición que él impone a sus seguidores: "No ha de ser así entre ustedes". De tal manera que "el que quiera subir, sea servidor de ustedes, y el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos" (Mc 10,43-44 par).

Es en virtud a este llamado al servicio comprometido y humilde que hace Jesús, las parroquias, nuestros templos actuales no pueden simplemente limitarse al servicio ritual que gire en función al sacerdote como principal figura. Es un imperativo, sobre todo en nuestro tiempo, en que las iglesias sean comunidades de servicio y de atención solidaria a las necesidades de aquellos que son víctimas de las situaciones que contravienen su filialidad divina y su dignidad humana. Si nuestra búsqueda espiritual sólo se concentra en la satisfacción ritual, no estamos ni cerca de encontrarnos con el Jesús del Evangelio que enfrenta decididamente la opresión y la tiranía.


Boletín Lazos de Fe, Edición Electrónica, Año 1, Nº 2, Enero 2008

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