martes, 6 de septiembre de 2022

“Bienaventurados”: Lectura espiritual de las Bienaventuranzas según san Lucas

I Parte 
Lucas 6,17-26
“Bajando con ellos, Jesús se detuvo en un llano. Con él estaba un grupo impresionante de discípulos suyos y un pueblo numeroso procedente de toda Judea y de Jerusalén, como también de la costa de Tiro y de Sidón.

Habían venido a oírlo y para los sanará de sus enfermedades. Sanaba también a los atormentados por espíritus malos, y toda esta gente trataba de tocarlo porque de él salía una fuerza que los sanaba a todos.

Él, entonces, levantó los ojos hacía sus discípulos y dijo…” 
“Bienaventurados”

Caras vemos, corazones no sabemos y era necesario que ante aquella muchedumbre, Jesús diera algo más que un discurso, una lección o hiciera una apología.

Y así fue aquella tarde al bajar de la montaña. Y así sigue siendo hoy, que Jesús, el Maestro, el Mesías y nuestro Señor, llegue a lo más íntimo de nuestro ser, toque nuestra alma y renueve la esperanza, de esperarlo todo en Dios y confiar en su designio de amor.

El llamar Bienaventurados a aquéllos, no fue sólo un decir, palabras al viento, ni tampoco, un acto demagógico de su parte, cuya intención es de procurar la adhesión de una masa; sino llegar al corazón de cada persona y despertar en cada una, la fe, ilusión y, más que nada, la confianza de que ya se están cumpliendo las promesas hechas por Dios desde el inicio; con Abraham, pasando por Moisés y los Profetas.

Bienaventurado es el adjetivo calificador del sustantivo Bienaventuranza, que proviene del vocablo latino: “Bienaventurar” y significa, “prosperidad o felicidad humana”.

Sin embargo esta acepción del término, no nos es sugerente, puesto que la noción que tenemos está más dentro del ámbito religioso y del contexto bíblico.

Añadamos algunos elementos más a esta noción básica, arrojarán ideas a nuestra meditación:
1. Bienaventuranza, llamada además, “macarismo”, es un género literario, presente en varios escritos tantos del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento.

2. A este género los autores, recurren para expresar una felicitación por tener una cualidad o comportamiento grato, en virtud al deseo o voluntad de Dios.

El ejemplo más reconocido de este género literario lo encontramos en las Bienaventuranzas manifestadas por Jesús.

Expresar una bienaventuranza, no trata de conceder una bendición, o idealizar una condición específica de vida; sino, hacer una clara, directa y puntual invitación, a seguir el camino de virtud que procura dicha situación, estado o condición.

3. Así pues, entendemos, las Bienaventuranzas, es decir, cada una de las ocho fórmulas de felicidad espiritual que Cristo proclama a sus discípulos, como ideal de vida.

4. Y un elemento adicional, el más importante: Jesucristo, el Hijo del hombre, es el Bienaventurado por excelencia.
Y ya ha llegado, él está en medio de todos y es el consuelo de lo alto.

Jesucristo es quien nos hace bienaventurados con su gracia, amor y bendición.


“Bienaventurados los pobres”
“Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios” 
                                                                                        (Lucas 6,20b)
Dijo mi profesor de teología: “las bienaventuranzas son la razón de ser del Evangelio, las que le dan contexto y proyección a la acción de Cristo”.

Yo, en aquel momento, como tú, ahora que me lees, no entendí nada. Pero te comparto, con la humildad que amerita la consideración siguiente: sólo pateando calle se entiende; después, al final, se entiende, y quizá ahí, tú tengas mucho para compartir conmigo.

Lucas (el evangelista de nuestra referencia) es más conciso a la hora de presentar este plan programático de Cristo, sin embargo, al igual que Mateo, las encabeza, con la bienaventuranza a los pobres.

Esto me dejo pensando, pero a propósito de este artículo, no es teología lo que abundo mis ideas, y lo que voy a exponerte no es cátedra, ni tampoco una teorizada sugerencia, sino experiencia:
Nadie hay tan pobre que no tenga un abrazo para consolar.

No hay nadie que por muy mal que ande en lo material, no abunde en sonrisas; al menos una para animar al que la desesperanza ha abatido.

Pocos son los que no tienen sus piernas y píes bien dispuestos, para acompañar al que camina en soledad.

Tampoco la pobreza toca los oídos y al tiempo de más, para escuchar al que necesita un consejo y desahogar sus penas.

Miro mis manos, y caigo en cuenta, que no son expresión de pobreza, pues están ahí para ayudar; para levantar al que ha caído y sostener al que está a punto de irse al suelo.

Y si por cosas de este mundo, todo esto faltará, nadie hay tan pobre, que no tenga en su corazón el Reino de Dios, para derramarlo en abundancia.
Esto – las bienaventuranzas – no es promesa, no es que va a suceder algún día , ni llegará con la parusía.

Por Cristo, los pobres ya somos bienaventurados.

Y aquí, mi apreciado lector, comienza tu caminar al lado del Señor.

Yerko Reyes Benavides

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