Comienzo este artículo haciendo memoria de una vivencia, que bien puede también describir una experiencia tuya: haber conscientemente decido, “no ser igual que los demás”.
No estoy seguro si fue la época en la que se desenvolvió nuestra adolescencia y temprana juventud, a la que autores les gusta calificar como convulsionada, controvertida y desafiante (¿cuál no fue así?); o si este sentir, es común al desarrollo y la psicología propia de la edad y, siendo así, no se queda atascada en el tiempo, sino que se actualiza, haciéndose nueva en cada persona que la atraviesa, en cada tiempo.
Sea el primero o el segundo, o la interacción de ambos en su momento, lo cierto es que para mí fue una determinada decisión. Lo paradójico, y según lo hace notar y lo apunta Quino en su famosa tira cómica Mafalda: fui igual a todos de los que no quisieron ser iguales al resto.
Sin embargo, eso no tuvo relevancia alguna, pues se estaba en pleno proceso de autodefinición, descubriendo la propia identidad, y en plena conquista de un espacio propio y ser así, reconocidos como individuos únicos por el mundo (al menos el mundo que servía de contexto donde se desarrollaba nuestra vida: familia, barrio, escuela, grupo de amigos).
Esta reminiscencia de aquellos maravillosos días deja claro un punto: nada ha cambiado en cuanto a la decisión tomada en aquel momento. Los tiempos son otros (convulsionados, controvertidos y desafiantes, pero de hoy); la motivación es diferente; las razones para tal acción tampoco son las mismas; los errores cometidos en aquella expedición han dejado su huella, y aun así, la convicción de hoy es la misma de otrora: ser distinto a los demás.
No es difícil darse cuenta, que como personas, atravesamos diferentes procesos de desarrollo: el biológico y natural que está demarcado por la edad cronológica; el desarrollo psicológico que no está va de la mano de la cronología aunque la edad vaya demarcando algunos puntos de control (independientes a los contextos que también son influyentes en el proceso de maduración); lo que vale decir tanto para el desarrollo emocional, afectivito como el intelectual (o racional, más como actitud que como aptitud); y no olvidemos el espiritual (muchas veces ni si quiera es tomado en cuenta.
Ser distinto…
Lo que no sabía en aquellos días, era que significaba asumir conscientemente todas estas dimensiones e intervenir en cada una para orientarlas al fin establecido: ser distinto.
Tampoco sabía que, ser distinto, no es la extravagancia de romper los estándares socialmente convenidos, ni tampoco imponer nuevos estereotipos; sino ser consecuente con la propia identidad y coherente con las convicciones personales que son los motores (motivaciones) que mueven la vida.
Entre paréntesis, tampoco sabía, que a la consciencia así como al intelecto y al corazón había que alimentarlos y fortalecerlos con una dedicada y dilecta formación.
Cerrando el paréntesis, llegamos al punto de inflexión de este artículo, la razón de ser de estas líneas: la única manera verdadera de ser distinto es ser de Cristo y al ser de Cristo ser distinto.
“Sean, pues, imitadores de Dios como hijos amados: y anden en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en suave olor”. (Efesios 5,1-2)
En la instrucción de la consciencia está la consciencia de ser “Alter Crhistus” es decir “otro Cristo”; sin que ello implique ser una copia de su identidad, sino darle identidad a sus actitudes y cualidades en las nuestras. En otras palabras: Cristo habla en mí, mira en mí, toca en mí, ríe y llora en mí, abraza y se conmueve en mí; ora y suplica en mí, sufre en mí, actúa en mí, ama en mí…
«Ya no vivo yo, es Cristo, quien vive en mí”. (Gálatas 2,20)
Esto, ahora, es el gran desafío para todos, independientemente del momento y las circunstancias en las que nos encontremos cada uno.
Para muchas cosas en la vida, siempre una opción será: hacer nada; sólo que en esta ocasión esta no es la opción, pues esto es lo que somos y define no sólo nuestra identidad y naturaleza sino también nuestro destino: ser en Cristo y por Cristo, distintos.
Yerko Reyes Benavides.
Post Data
Te dejo en este Himno Cristológico de San Pablo un plan de trabajo.
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bienes espirituales en el cielo,
y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo,
para que fuéramos santos
e irreprochables en su presencia, por el amor.
Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos
por medio de Jesucristo,
conforme al beneplácito de su voluntad,
para alabanza de la gloria de su gracia,
que nos dio en su Hijo muy querido.
En él hemos sido redimidos por su sangre
y hemos recibido el perdón de los pecados,
según la riqueza de su gracia,
que Dios derramó sobre nosotros,
dándonos toda sabiduría y entendimiento.
Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad,
conforme al designio misericordioso
que estableció de antemano en Cristo,
para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos:
reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra,
bajo un solo jefe, que es Cristo.
En él hemos sido constituidos herederos,
y destinados de antemano según el previo designio
del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad
a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo,
para alabanza de su gloria.
En él, ustedes,
los que escucharon la Palabra de la verdad,
la Buena Noticia de la salvación,
y creyeron en ella,
también han sido marcados con un sello
por el Espíritu Santo prometido.
Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia
y prepara la redención del pueblo
que Dios adquirió para sí,
para alabanza de su gloria.
-Amén-
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