lunes, 28 de febrero de 2022

Pedro Apóstol: Pinceladas de sus Maneras Espirituales

Antes de abordar el tema, preguntémonos ¿qué tanto sabemos de este apóstol de Jesús? 

Rápido vendrán a nuestra memoria algunas escenas de su vida: la primera de ellas y la más sugerente, las negaciones (Cfr Mato 26,69-75); sin olvidar las afirmaciones de amor en el Cristo resucitado, posteriormente relatadas (Cfr Juan 21,15-19).

Pedro es uno de los apóstoles que más presencia tiene en los evangelios, y no es que los otros hayan estado ausentes, más bien es privilegiado por los autores sagrados en diálogos e interacción directa con Cristo Jesús, Mesías. 

Así pues, es justo Pedro, el primero entre los seguidores de Jesús -algunos dicen: llevado por su impulsividad - en reconocerle en su carácter Mesiánico y admitir su filiación divina (Cfr Mateo 16,13-23); también es él quien el único que intenta defenderle al momento de su arresto (Juan 18,10-11)  y en otro pasaje también leemos, es quien le pide a Jesús caminar como él sobre las aguas (Cfr. Mateo 14,28).


"Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día.

Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!»

Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!

Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y síganme".
(Marcos 16,21-24)

Lo de Pedro no deja de admirarme cada vez que medito en ello, y no es por su atrevimiento, sino por su manera única y peculiar de relacionarse con Jesús, pues está sustentada y sostenida en la más pura y absoluta confianza. Esta confianza que le permite sentirse y entenderse libre para expresarse abiertamente y ser, sin más, él mismo delante del Señor, sin pretensiones ni falsas modestias.

Quizá esto no tenga nada que ver con el pasaje que hemos citado textualmente, sin embargo, detallar la figura de Pedro nos permite descubrir, -destronando prejuicios instalados en nuestra conciencia tras años de "catequesis" y "homilías"-, que para relacionarse con Jesús en un clima de intimidad espiritual no hacen falta tantos ritos, rituales o rúbricas sino un corazón que no tema quedar expuesto -incluso hasta el ridículo- y capaz de expresarse en completa autenticidad y sin miedo a errar (que no es lo mismo que pecar).

Pedro, con su presencia tosca, directa e impulsiva, nos da un testimonio límpido de una natural relación con Cristo, fundamentada en el amor y en el respeto, y también en la autenticidad y la nobleza de espíritu, donde la intuición juega un papel fundamental ante el predomino que le damos a la emoción y a la razón a la hora de comprender y valorar sus actos.

Pedro pudo ser más visceral que racional y actuar por impulso emocional, dejarse llevar por sus pasiones y  errar en tantas ocasiones y a acertar en algunas otras. Pero si quitamos de la ecuación la actuación por impulso y la vemos desde la perspectiva de la acción por intuición, descubrimos la razón por la que Pedro se acercaba más que otros discípulos a la compresión espiritual del corazón de su amado Señor al que se aferraba con todas sus fuerzas (inteligencia espiritual).

No es impulso sino intuición espiritual:

- Diáfano, sincero, impulsivo, transparente, ingenuo y también un tanto inocente.

- Afectivo y no tan racional, incluso ocurrente, sin ser prepotente, y siempre atento y consecuente con su Maestro.

- Lo anima un amor incondicional que a veces no pasa la prueba, pero no por ello deja de ser auténtico y real, pues está inacabado y de ello es consciente (aprendizaje).

- Lo motiva la admiración y el deseo de estar a la altura de su Señor, no por vanagloria u orgullo, sino para poder estar siempre a su lado.

Maneras espirituales que caracterizan la forma de relacionarse de Pedro con Cristo:

- Autenticidad en la relación con Jesús: Sin posturas, sin condicionamientos, sin demandas ni exigencias y, sin victimizarse a sí mismo para ser correspondido (desde una lástima que no siente Jesús).

- Seguridad en su vínculo y relación con Jesús, y más cuando la respuesta de él es negación a lo que le pide o al hacerle una severa corrección a sus actitudes, sin que por ello se sienta herido, lastimado u ofendido.

- Humildad espiritual, sin caer en la errada concepción de indignidad, o en excesivos escrúpulos que limiten la autenticidad de su relación y la transparencia de sus procesos interiores.

Así puede ser nuestra relación con Cristo si nos moviera la intuición, lo amáramos más y lo pensáramos -racionalizáramos- un tanto menos.

La intuición nos viene dada por Espíritu Santo quién está presente en nuestra vida, nos revela la verdad y nos acompañará hasta alcanzar la plenitud (Cfr. Juan 16,13).

Yerko Reyes Benavides

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