martes, 27 de junio de 2017

Lo Santo: La Vida

“Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas”.
Mateo 7,6.12-14

Tres dichos de Jesús que nos dejan tres aspectos que considerar en nuestra meditación, en la oración y en la vida cotidiana. Tres dichos o enseñanzas que nos dan la sensación de un padre aconsejando a un hijo para que su camino por la vida sea fructífero, lleno de satisfacciones y sobre todo manifestación de la bondad que hay en el corazón de cada ser humano.


Pudiéramos decir muchas cosas sobre estos dichos de Jesús, cada uno representa un “enigma” que descifrar puesto que están expresados en un idioma distinto al  nuestro, en un tiempo distinto al nuestro, con una mentalidad distinta a la nuestra y en una época diferente a la que vivimos. Este criterio de interpretación de la Palabra de Dios no sólo es válido para este pasaje sino para toda la Sagrada Escritura. Es el Espíritu Santo quien nos lleva a descubrir el verdadero sentido de lo que Dios nos quiere decir, cuando nos habla al corazón. La interpretación literal o textual de la Palabra de Dios no siempre nos conecta con la verdad que ésta nos quiere revelar. Y de ahí se caen en equívocos que los tratamos de imponer, sobre todo cuando nos fanatizamos y perdemos el equilibrio de la sensatez.

  • ·         “No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros”. Hay varias maneras de entender esta expresión de Jesús, sin embargo, pensándolo bien, ¿Qué es lo santo para Dios?: ¿Será acaso el culto?, ¿la liturgia y todas sus rubricas?, ¿acaso serán las imágenes que decoran nuestros templos?, ¿o el templo mismo?, ¿lo santo será el sagrario de nuestras iglesias?, ¿lo santo será la jerarquía de la iglesia? ¿o la iglesia como institución?... En todas estas cosas mencionadas hay santidad o se realiza la santidad, o expresa la santidad que proviene de Dios. Sin embargo, cuando Jesús se refiere a “lo santo”, no está hablando en ese sentido. Más bien habla de lo más santo entre todo los santo que Dios Padre creo: la vida, y con la vida al ser humano, hombre y mujer, imagen y semejanza suya. La vida es valiosa, la vida es preciada, la vida es un tesoro. Tu vida, la mía, la de mi amigo, la de la persona que comparte conmigo mi día a día, la vida de mi vecino, la del desconocido que me encuentro en la calle, la vida incluso del que me hace la vida de cuadritos, la de mi enemigo, la del que me calumnia y miente, la vida del que me lastima. Pero la vida no se detiene ahí, el mundo está lleno de vida. ¿No te has fijado? Tanta prisa que llevamos, tanto apuro por hacer lo urgente ante que lo necesario, hasta la misma tecnología, se colocan como telones que no nos dejan apreciar el valor, el significado, la importancia y sobre todo la santidad de la vida. Conéctate espiritualmente con la maravilla de la vida, haz silencio y respira, aun en estas junglas de asfalto y cemento en los que vivimos la vida suena melodiosa a nuestro alrededor. Entonces, cómo no cuidarla, como no protegerla, cómo no defenderla, y sobre todo cómo no disfrutarla. Jesús en este Evangelio nos invita a que descubramos la santidad de nuestra vida y que no la desperdiciemos, no la echemos al caño, diríamos hoy.
  • ·         “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas”. Esta expresión de Jesús no necesita mayores explicaciones. Es una máxima de vida. Ojalá la pudiéramos llevar tatuada en nuestro corazón para que nunca y bajo ninguna circunstancia la rompiéramos. Es una afirmación positiva y una consecuencia inevitable del punto anterior. Si sientes la santidad de la vida, de tu vida, entonces por una parte te respetaras a ti mismo, no harás nada que pueda dañarte (física, psicológica y espiritualmente), buscarás establecer relaciones sanas, nutritivas y constructivas, te querrás a ti mismo; recuerda tu vida es santa a los ojos de Dios, y por ende santificable. Hacerse santos entonces no es buscar estar en los altares, ser venerado, reconocido y proclamado por muchos, hacerse santo es amar la vida que Dios nos Dios. Y la vida que Dios nos dio no nos la dio única y exclusivamente a nosotros, así que tampoco nos inflemos como globos, es un don compartido, es un don que nos entrelaza y nos une en un camino común. Por ende todo aquello que anhelamos para nosotros mismos, el bien que queremos, la bondad que buscamos, no hay que esperarlo sentado a que llegue a nosotros, hay que salir a buscarlo, ¿Cómo? Dándolo, arriesgándonos a vivir de verdad, sin miedos, auténticamente, sin disfraces, sin máscaras, sin falsos orgullos, emocionalmente equilibrados, con una buena visión y noción de nosotros mismos. De esta manera haremos presente la ley de Dios e impulsaremos los cambios que son necesarios para un mejor mundo.
  • ·         “Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos”. No será fácil. A muchos de nosotros nos gustan las cosas facilitas, que nos den, que nos ayuden, que otros resuelvan nuestros problemas, incluyendo a Dios. ¿Cuántas veces no hemos recurrido a Dios pidiéndole algo y nosotros nos hemos quedado de brazos cruzados esperando a que él nos responda? Te diste cuenta que todo el texto de hoy habla sobre la santidad, la vida. Ahora Jesús nos dice que la vida, la santidad, es un camino, y un camino en el que fácilmente nos podemos perder. ¿Dónde estás amig@? ¿En qué punto del camino te encuentras? Jesús no nos obliga a transitar ningún camino en especial, es nuestra decisión, nuestra determinación, nuestra escogencia. Pero si hemos aprendido a valorar la santidad de nuestra vida entenderemos que el único camino que nos hace vivir en plenitud es el camino angosto el que nos lleva a la puerta estrecha. Porque es el camino que nos permite expandir la vida y llevarla a su plenitud.

Hoy Dios nos ha regalado una palabra maravillosa. No puedo escribir más puesto que seguro te cansarías. Me quedan muchas cosas que decirte. Pero lo más importante ya nos lo dijo Jesús. Valora tu vida, eres lo santo del Señor

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