viernes, 23 de junio de 2017

"Ama y haz lo que quieras"

Mateo 11,25-30

Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos” Quería comenzar esta reflexión con una frase de apertura genial. Y divagaba en mis pensamientos a ver que se me ocurría, algo propio, novedoso, impactante. Sentía que tenía que ser referente al Amor. Si, con mayúscula. Hago la mención puesto que la experiencia me ha llevado a distinguir que hay más de un amor. El Amor con mayúscula y “amores” con minúscula –algún día conversaré con ustedes de eso- Queriendo ser innovador la frase que hacía eco en mi corazón fue “Ama y haz lo que quieras” de San Agustín, citada aquí por completo, ya la conocemos bien pero no toda. Genial esta frase, y me reía un poco porque mirándome e interpelándome con esta frase del Obispo de Hipona, me decía, eres “amargadito” entonces, refunfuña con amor.

El Evangelio de hoy trata aunque no lo parezca de eso, del Amor de Dios. Bueno, para ser sincero, ¿qué parte de la Palabra de Dios no se trata de eso? No necesitamos encontrar textualmente la palabra amor para considerar que el Evangelio más que de la alegría, nos habla del amor. Tres momentos conforman este corto pero nutritivo pasaje del Evangelio: Primer momento, “En aquel tiempo, exclamó Jesús: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor”. Este frase con la que se apertura el Evangelio de hoy nos da por sí sola una extensa reflexión. Recuerden, este Evangelio se lee en clave de Amor. Esta es una oración que brota espontáneamente del corazón de Jesús, yo me imagino a un Jesús sonriente, pero de esas sonrisas de picardía, que sólo se consiguen en momentos de genialidad. A propósito, nuestras oraciones no deberían carecer de esa picardía, de esa complicidad, de la espontaneidad de decirle a Dios lo que sale del corazón, tal cual lo siente, tal cual como vibra en nuestro interior. A Dios le gusta esa clase de oraciones, y creo, me atrevo a decir, que las prefiere más que esas solemnes y rígidas, apegadas a un protocolo. El amor nos hace decir cosas que si las valoráramos solo con la razón hasta vergüenza nos darían. Este es el espíritu de esta acción de gracias de Jesús.

Pero. ¿Qué es lo que agradece Jesús al Padre? Haber escondido “estas cosas” a los sabios y entendidos y habérselas dado a conocer a los humildes. El despistado pregunta: ¿Qué cosas?, respondemos, pues estas de las que venimos hablando. En alguna parte leí una versión distinta en un detalle: en vez de decir “humildes” decía “niños”. Los niños son los que están siempre dispuestos a aprender, conocer, todo para ellos es un ocasión de descubrir, de maravillarse, de sorprenderse, hay alegría, entusiasmo gozo en sus corazones. No te has fijado ¡cuánta alegría hay en un niño cuando aprende a atarse los cordones de sus zapatillas! Nosotros nos hemos automatizado. Nos aburren las cosas simples y sencillas. Compramos zapatos que no tienen cordones.

Por otra parte, el que ama siempre buscara revelarse, mostrarse, enseñar, engrandecer y procurar el desarrollo de la sabiduría como don y el conocimiento como herramienta que propicia la vida. La sabiduría y el conocimiento son las armas espirituales que caracterizan nuestra humanidad, por ellas nos hacemos más humanos y humanizamos nuestro mundo, en clave de amor, no lo olvides. Porque si esto falta entonces la sabiduría se puede desvirtuar hacia el dominio, la exclusión y la subyugación del hermano. Por eso es que hay tantos poderes en el mundo que no les interesa invertir sus recursos en educación. Aquí tristemente lo vivimos como una práctica de enajenación y manipulación…. Esto podría seguir, pero nos faltan dos partes.

Segundo momento: “Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Este amor del que venimos hablando sólo lo encontraremos en la contemplación del misterio del amor de Dios. Jesús se siente el amado de Dios, y ese amor genera conocimiento, cercanía, empatía. Es recíproco. El amor al ser reciproco engendra, crea, funda, da origen, siembra, cosecha y da frutos. En algún momento el hombre pensó que el conocimiento más perfecto es el que proporciona la razón. Hoy andamos como locos buscando expresiones espirituales de cualquier índole, venga de donde venga, mejor si son milenarias, hinduistas, budistas, chinas, japonesas, coreanas… Hay un gran vacío en nuestra humanidad, un vacío que lo provoco el conocimiento desconectado del amor.

Tercer momento, el más bello de los tres: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. Es una invitación, es un llamado, es un susurro de amor de Dios a nuestros corazones. Hoy Jesús te dice eres el amado de mi Padre. Sólo en ti Señor encontraremos descanso, sólo en ti Señor encontraremos la paz, sólo en ti Señor encontraremos consuelo, sólo en ti Señor encontraremos…

Ahora podemos entender, que el yugo y la carga del señor, no son los sacrificios, penas, tristezas, problemas, angustias, dolores o sufrimientos que vamos encontrando en el camino de esta vida. El “yugo” y la “carga” que el Señor nos invita a llevar es el amor. Hazlo todo con amor y al fin serás libre. Serás hijo de Dios.

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