miércoles, 28 de octubre de 2015

Dimensiones del Ser Humano. Lo Espiritual, Camino de Integración Interior

Cuando el célebre psicólogo Abraham Maslow propuso su tan reconocida teoría sobre las motivaciones humanas, en su obra Una teoría sobre las motivaciones humanas de 1943, se basó en la contemplación de lo humano como un objeto de estudio, desechando todo visión trascendente de hombre, puesto que éstas no son explicables bajo la lupa de un laboratorio.

Su teoría sigue vigente y es un modelo para comprender algunos procesos de la dinámica motivacional del ser humano. De la comprensión de las motivaciones propuestas por el autor surge una visión del ser humano en sus dimensiones fundamentales.
Aquí presentamos la pirámide de necesidades que propone Maslow:
En ella vemos claramente como van surgiendo en el ser humano necesidades que parte de la satisfacción de las básicas, para dar paso a las siguientes de orden superior, en orden jerárquico. Primero las Fisiológicas hasta llegar a las relacionadas con la Autorrealización.
Y aunque el mismo Maslow hiciera posteriores revisiones a su teoría, en ningún momento llegó a considerar las motivaciones espirituales en el orden jerárquico de necesidades.

El ser humano es más complejo que sus necesidades que lo llevan a una búsqueda fisiológica y orgánica de sus necesidades (a este movimiento o búsqueda se le llama conducta motivada). Aún sin haber satisfecho sus necesidades más básicas el hombre no se entiende como un ser meramente orgánico. Hay algo más. Ese algo más no está en forma jerárquica sino cíclica, y quizá la mejor forma de dibujarlo esquemáticamente es con una espiral.

No habrá un verdadero orden interno, y el hombre puede sucumbir ante el caos de su existencia, si no comprende que Dios está en el centro de su vida misma y que la dimensión espiritual dinamisa, ordena e integra todas las demás.
Cuando el ser humano desplaza a Dios de su centro existencial, y se coloca a sí mismo, u a otra cosa, por ejemplo: el poder, el prestigio, la fama, e incluso la felicidad, entra en un desorden interior que lejos de llegar a satisfacerlo en sus necesidades las hace aún más profundas.

Todas las dimensiones del ser humano están interconectadas entre si. Las periféricas no por ser periféricas son de menor relevancia que las otras, ellas interactuan entre si en una relación de equilibrio e igualdad, y tienden al centro donde está la Espiritual que les da sentido, proyección y sostenibilidad en la búsqueda de integración hasta llegar a Dios, donde encuentra su realización y además del centro se desprenden nuevas y diferentes interacciones haciendo que el ser humano sea perfectible. Es decir que pueda irse desarrollando cada vez más y más plenamente. La felicidad entonces no es un fin para el ser humano, sino la consecuencia de ese orden trascendente que se realiza en la interacción de la periferia hacia el centro, y de la respuesta del centro a la periferia de ser.

La vida espiritual no es entonces una necedad o una opción. Sino que es una necesidad, una urgencia y una posibilidad de encontrarle sentido a la vida, al quehacer, a las luchas cotidianas, a las circunstancias vitales, entre otros.

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