jueves, 30 de mayo de 2024

Meditación en un día de Corpus

“Tomen esto es mi Cuerpo”
Marcos 14, 12-18. 22-26 

Sólo Jesús lo sabía, y aunque se los había anunciado, al menos en tres ocasiones, esta noche no sería como las otras noches de Pascua.

A ninguno de ellos le pareció extraño que la Tradición Judía implicada en la festividad, Jesús no la cumpliera al pie de la letra esta vez. No era el día, sino el día anterior, y Jesús lo organizó todo para que fuera así. Por su parte, los discípulos estaban acostumbrados a los cambios de planes de Jesús; a que hiciera lo que nadie haría, que dijera lo que nadie diría: publicanos, prostitutas y leprosos eran testigos de ello, pues habían sido amados por Jesús como ninguno otro lo habría hecho.

Era, pues, el día antes de la Pascua, porque el día de la Pascua Jesús lo viviría de otra manera: siendo él mismo el “Cordero de Dios”, tal como Juan el Bautista lo había anunciado algunos años atrás, que él sería inmolado para la redención de todos. Si, de todos, no de algunos, no de muchos, sino de todos; aunque no todos la apreciarán, la reconocerán, o la recibirán.

En aquella cena, Jesús no sólo rompe el protocolo de la tradición, sino que la transforma por completo. Los discípulos, por supuesto, no están entendiendo; ya les había pasado antes, más de una vez; sin embargo, se sienten seguros, están con el Maestro, en quien han reconocido no sólo al Mesías, sino al mismo Hijo de Dios.


Él preside la mesa, toma el pan, lo bendice y lo entrega, y al hacerlo hace uso de unas palabras que a nadie extraña: “Tomen, esto es mi cuerpo”.

De igual modo lo hace con una copa llena de vino: “Beban de esta copa pues es mi sangre derramada para la redención de todos”.

Entendamos una cosa, quien se acostumbra a algo, aquello lo deja de sorprender y de maravillar: se convierte en rutina. Y aquí en este punto me detengo, pues aunque haya mucho más que decir, esto a mi juicio es fundamental aunque la doctrina sea importante: ¿Cuándo la Eucaristía – Santa Misa – se convirtió en una rutina para ti? ¿Cuándo dejó de sorprenderte? ¿En qué momento ya no fue más un acto maravilloso de amor y la volviste una tradición, un rito, una rúbrica, una obligación?

Una vez entre a la sacristía de una iglesia para disponerme a la celebración de la Misa, y en el lugar donde se revisten los sacerdotes había un letrero que decía: “Celebra la Misa como si fuera tu primera, tu única y tu última Misa” (Santa Teresa de Calcuta). Desde ese día entendí que se va solamente una vez a Misa. ¿Lo entiendes tú?

Que en la mesa de mi corazón, no falte Señor, el pan y el vino de tu amor.

Amén


Yerko Reyes Benavides