martes, 13 de febrero de 2018

Déjame ver, Señor...

Todos queremos que Dios se manifieste de una forma extraordinaria en nuestras rutinarias existencias. 

¿Cuál es el fin da tal petición, que nos saque de lo aburrido de nuestra rutina, todos los días mismo, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. 

Una cosa tras otras, se vienen sucesivamente la repetición de eventos. Por eso cansados del no vivir, buscamos un vivir algo sobrenatural, venga de un lado o del otro: de Dios o del diablo. 

¡Que tontos somos! todavía no hemos entendido que la vida es lo que es nuestra intimidad, y en la intimidad de nuestra vida está Dios, mas intimo que lo más íntimo de nuestro ser, parafraseando a Sn Agustín. 

Sólo cuando veamos la hermosura natural de Dios, sin tanta manifestación, nos daremos cuenta de lo bello que hay a nuestro alrededor, verdadero milagros de su amor: un amanecer, el frió de la mañana, el calor de la tarde, la lluvia que refresca, la humildad y la sencillez de muchos, el amor desmedido que se expresa en un sonrisa e un niño. Y ¿por qué sonríe un niño?...

... ¿Y por qué no? 

La mejor razón es no tener razón para hacer lo más simple y delicado, un beso, una sonrisa, un abrazo.

Volver as ser niños.


Espiritualidad de la Ternura
Yerko Reyes Benavides

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