domingo, 18 de febrero de 2018

Vida en Sencillez


“Conviértete en simple y vive en sencillez, no solo en tus tratos cotidianos.
No provoques a tu alrededor espirales ondulantes de atención; no intentes hacerte el interesante, mantén la distancia, sé honesto, lucha contra el deseo de que el mundo exterior te considere fascinante”1

En tiempos de tanta vanidad donde los egos caminan dos metros delante de cada persona y chocan cual trenes descarrilados de turbulentas apariencias. Donde el parecer es más estimado que el ser y el decir más que el hacer silencio de lo cotidiano que agrega valor a la vida, es bueno que aparezca la “voz centrante” de alguien cuya experiencia a pesar de su corta edad va a la par de la de los grandes místicos de toda una vida.

No es en el ego donde el ser encontrará la paz que tanto anhela. No es en el desbordamiento de la potencia, porque por más que lo intente de omnipotencia solo imagen y semejanza. Es en la humildad y en la sencillez donde se exaltará el ser, tal cual Cristo en la Cruz sobre los hombres horrorizados, y sus amigos vapuleados.

Justo ahí, es cuando, la voz de un hombre coherente que dio más cabida al hacer y diciendo iba haciendo; sus discípulos mirando a la distancia la cruz de la escándalo recordaban llenos de asombro aquella suave pero firme voz que les decía: “Los últimos serán los primeros y los primeros los últimos2.

Apúntese al final y no al principio.

Por un momento pensamos que aquella voz quedaba infértil en los pliegues de un tiempo que no se detiene y que aleja su palabra de un presente que se vive de espaladas a la historia, ciego al presente, y desinteresado del futuro.

Días pasan y lo que suman son días más no amores. Insulsa vida que se desparrama en múltiples complicaciones, porque en lo simple no encuentra belleza ni bondad. Escandalosos son aquellos que buscan refugio en sí mismos y no comparten el aturdimiento de los mundanos ruidos que atormentan la conciencia entre tantos sin sentidos.

“La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros3 no va a seguir recordando el texto del Evangelio, cuando repasamos, trasnochados sus líneas que se siguen haciendo vivas, porque la “encarnación” de la que habla no se suscitó una vez y quedó, sino que en el tiempo vuelve a hacerse humana presencia en la voz de personas que rompen los esquemas, como otrora lo hiciera aquel, de quien se preguntaban sin reparo: ¿algo bueno puede salir de allá?

Pues algo bueno ha salido y sigue saliendo de los mismos pliegues del olvido, para hablarnos fuerte  y evitar los ruidos que distraen la mente y adormecen la conciencia e, insiste: en la sencillez está la belleza, el secreto de la vida, la tranquilidad de la conciencia y la libertad del espíritu. ¿Cuántos holocaustos más tendrán que pasar para que despiertes y te des cuenta? Menos es más.

Vive lo que eres y recibirás lo que quieres. La vida no es más simple que eso, y ¿Por qué entonces la complicamos tanto?

Es así que buscamos y buscando encontramos4, ¿qué? un camino, el camino (“Yo soy el camino, la verdad y la vida”5) que nos lleva a una vivencia más plena de la propia existencia y, esta pasa, necesariamente, diría sin exagerar obligatoriamente por la renuncia al cancerbero del  Espíritu: El orgullo, la soberbia y la vanidad.

Sin querer y queriendo mucho, Etty, judía, nos toma de la mano y nos lleva delante del mismísimo Jesús, al que ella amó desde la otra orilla. Y teniendo ella el mismo origen de nuestro noble campeón de la humildad, de la misericordia, de la bondad, de la ternura, del perdón, de rendición; ella al igual que el al holocausto fue contenta amando en la sencillez pues atrás quedaron, muy atrás aquellos días en los que orgullo, soberbia y vanidad en ella mandaban.

¿Quieres ser libre? Véncete a ti mismo: “Si alguno quiere venir en pos de mí: niéguese a sí mismo, tome su cruz y suígame6


Llegamos, hoy al “amado” de la mano de una extraña de nuestras andanzas pero totalmente reconocida por el Padre pues en ella encarno la Palabra para que siguiera manteniendo vigente lo que más de dos mil años nos dijera Cristo el Señor.

Yo de vez en cuando cruzo a la otra orilla y me siento a escuchar extasiado la dulce voz del Verbo allá también encarnado.

Yerko Reyes Benavides

  1. Etty Hillesum. Diarios (1941-1943)
  2. Mt 26,16
  3. Jn 1,14
  4. Cf Mt 7,8
  5. Jn 14,6
  6. Mt 16,24


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