Una anécdota para acompañar ese volver a ser niños.
Siendo párroco, llegó a la parroquia donde me encontraba un joven papá llevando a su pequeño hijo, no mayor de tres años, muy chiquito quizá menos. Cada vez que llegaban al templo, se acercaban a mí y el papá le decía: "Saluda, hijo". Así fue varios domingos.
Por cosas que pasan, dejaron de ir a la parroquia por varias semanas, y el papá después me cuenta que su hijo le decía: "Papá, llévame a saludar a Dios". Y, casi todos los días el niño en algún momento le decía lo mismo.
Para complacer a su hijo el papá lo llevo a la iglesia y entrando al templo, le dijo: "Aquí estamos, hijo, saluda a Dios"; y lo llevo al Santísimo, al Sagrario. Ahí está Dios, saluda, le decía el papá al hijo; y éste, le decía: "no aquí no". Luego lo llevó frente a la imagen del Corazón de Jesús y lo mismo sucedió; luego lo paseó por la imagen de Jesús de la Misericordia y otro tanto pasó.
Desconcertado el papá, ya no sabía que hacer y el niño a cada vez le decía llévame a donde está Dios. Justo en ese momento salgo de la sacristía hacia el templo y el niño me ve y corre con alegría hacia mi y el papá detrás. Justo se detuvo delante de mi y con los ojos brillantes y una sonrisa de alegría me dijo: "Hola, Dios".
Dios es persona y no una simple "abstracción".
Volver a ser niños
Espiritualidad de la Ternura.
Yerko Reyes Benavides
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