Afanes, trabajos,
compromisos. ¿Qué apretada agenda llevamos? Comienza el día incluso antes de
despuntar el alba, aun en la penumbra de la noche y ya andamos dando tumbos en
la casa; llevándonos todo por delante porque nuestro cerebro no ha despertado
del todo y no es capaz de cumplir todas las funciones de coordinación
necesarias para el desplazamiento ágil del cuerpo en los angostos espacios que
nos dejan los cúmulos de cosas que hemos acumulado inútilmente en nuestras
casas.
Nada hacen, pero igual,
mil veces nos hemos propuesto de deshacernos de la mitad de las cosas que en
las mañanas de sueños nos llevamos por delante y tropezamos constantemente,
madrugada tras madrugada.
Llegado el momento de
tirar ese trasto, lo volvemos a colocar con una pícara sonrisa de complicidad
con nosotros mismos; sonrisa que dice: “me estorbas pero estoy apegado a ti” al
menos me sirves para despertarme en las mañanas cuando mi dedo meñique contigo
se tropieza y el cerebro despierta al cuerpo en brincos y saltos y una mala
palabra, para como oración matutina sale de nuestra boca.
Luego será un día de
quejas ahogadas entre reuniones, personas que van y vienen; entran y salen en
segundos por nuestro distraído día, mientras tratamos de concentrarnos en lo
importante. Oye, detente, para un instante, no sigas que ya me llevas mareado:
¿Qué es lo importante que haces tanto?
No lo sé, es la
respuesta que sale de un irse rápido a otro lugar; seguido de un: tengo prisa.
Los minutos pasan, el reloj avanza rápidamente por las horas que ocupados
andamos en lo urgente. Resolviendo, algo. No lamentablemente no es “el misterio
de la Vida”, ese se lo dejamos a los vagos, filósofos y bohemios, algún poeta o
cantante de bar de medianoche; por cierto ahí se hace buena filosofía de vida,
entre una copa de un vino seco y el aire impregnado a aromas que son inconfundibles,
perfumes de todo tipo se entremezclan en los sentidos e incentivan al
pensamiento a romper con los esquemas cotidianos, para abrirse al
existencialistas pensamientos, que tratan de darle un poco de sentido a esta
locura que llamamos vida.
Sin embargo, el día no
ha terminado, el afán continua, no se detiene, exige presiona, oprime, agota,
cansa y no hay descanso; anhela el cuerpo recogerse en los catres de sábanas y
cojines y olvidarse que el día existe.
Sin embargo, si la
vigilia es enemiga, la noche no se vuelve amiga. Pensamientos van y vienen,
pasan los días, semanas y meses. De pronto un cumpleaños más y, justo ahí,
viene la tentación de por un instante pensar: ¿Y qué ha sido de mi vida?
No hay tiempo para
respuestas, aparece alguien con un pastel, velas, cada más, o quizá menos según
la tradición de cada uno; el canto de un feliz cumpleaños que agrio se saborea
porque el tiempo queremos que se detenga. Descanso es lo único que anhelamos.
Al fin la noche, no
nuestra amiga, sino más bien nuestra cómplice, llega, fuera zapatos, ropa y
accesorios, del único que no podemos deshacernos es de nuestro insomnio que,
muy a pesar nuestro, nos mantiene despiertos aunque el cuerpo por todas partes
pida cama, sueño y descanso.
Ahí, justo en ese
momento de lucidez, porque es el único que tenemos, o que nos permite nuestro
ocupado día tener, decimos: ¡Basta! ya no más; por favor “detengan el mundo”,
grita el alma, emulando al personaje paradójico de célebre caricaturista: “me
quiero bajar”.
Etty, mi dulce Etty,
¡Qué bien me hace tu compañía! Sales a mi encuentro, cuando más necesito de una
amiga. Mis oídos escuchar la dulce voz de alguien conocida de mí alma, que
tomada de la mano de mí espíritu me calma y me devuelve la serenidad:
“Algunas veces lo más importante que se puede hacer en todo un día, es el descanso que se toma entre dos profundos suspiros”Etty Hillesum
Niña mía de otra época,
con otras circunstancias, tu sí que supiste dar con el secreto del buen vivir
aun en la más abyecta dificultad. Calma y serenidad, lo importante no es lo que
hacemos, sino el tiempo que nos damos para disfrutarlo, aunque sea un pequeño
suspiro que se escapa del corazón.
Entre tantas cosas,
amiga de mi alma, compañera de mis espirituales andanzas, se me olvida lo más
importante, “los dos suspiros” y disfrutar el pequeño intervalo de descanso,
olvido y abandono que se extienden breves entre el uno y el otro.
No fueron los acuerdos
alcanzados en los negocios. No fue la jornada de trabajo realizada, citas,
atenciones, clientes, alumnos, gente, según el área en el que nos desempeños; a
la final serán castigo si no son consecuencias de nuestros afectos. Prisiones
para el alma, que anhela aletear libre en la pradera como irresponsable mariposa
que se posa en cada flor y hoja que encuentra en su revoloteo.
Lo más importante no
fue la mano que se chocó para cerrar un acuerdo, sino algo más sencillo y
simple, un descanso entre dos suspiros.
No lo entiendo todo,
amiga, pero prometo darme tiempo para suspirar dos veces cada día.
Yerko Reyes Benavides
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