Revisa tus pensamientos, sacude las bases en las que has cimentado
tus ideas. Vapulea tus criterios no sea que sean prejuicios que te hacen sacar
erradas conclusiones que luego conviertes en execraciones y condenaciones;
dolorosas cruces que montas sobre las espaldas de tus semejantes; pero que a la
final al único que lastima es a ti mismo.
Advierte en este proceso consciente de tomar
conciencia que no todo lo que piensas es una brillante idea, o termina siendo
una verdad inobjetable y, muchas veces sin darte cuenta te conviertes en un
pensador infértil porque consumes y produces: "PENSAMIENTOS
CHATARRA".
Este tipo de pensamientos ocupan un espacio considerable
que es necesario para la gestación de ideas creativas, proyectos de
autodesarrollo, de autoestima bien fortalecida en las bases de la “Inteligencia
Emocional”, valoración apropiada de la propia vida.
También los pensamientos chatarra restringen las revisiones
coherentes de la realidad y el establecimiento de sanos criterios para
interpretarla y dejarse conmocionar por ésta.
Ocupan el espacio de los momentos de recreo y descanso
mental, tan necesarios para la homeóstasis, es decir, reencontrar la serenidad
interior y el equilibrio; instante en el que “te desconectas de ti mismo” para
entrar en reposo y descanso de tanto pensamiento agobiante.
Los pensamientos
chatarra, así como la “comida chatarra”
atrofian la salud mental como la otra la estomacal y corporal; impiden la
incorporación nociones –como nutrientes- que favorecen el crecimiento personal,
el desarrollo, el aprendizaje, la ruptura de paradigmas obsoletos y la
incorporación de nuevos criterios de valoración.
Pídele al Carpintero de Nazaret que pase la fina lija por
tu “cabeza y corazón” para que
cepillados por artesano y diestra mano desarraigue de ti los nocivos pensamientos chatarra.
Yerko Reyes
Benavides
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