Te conocemos y te desconocemos, Señor, Hijo de hombre, cuya hora no ha llegado, tampoco en nuestro corazón, pero pronta está el alma, puesto que inquirirás de ella posición y decisión para hacer definitivamente la Voluntad de Dios que tanto predicaste.
Te conocemos y te desconocemos, Señor, Dios verdadero que nos lleva al Padre, y sin el Padre tú nada trasmites, vives o compartes y es, en la intimidad hijo-Padre, donde nos incluyes para que en ti seamos uno con el Padre y contigo en la eternidad.
Te conocemos y desconocemos, Señor, que aunque a riesgo de tu propia vida, sigue apareciendo y desafiando las autoridades religiosas de todo tiempo, recordándoles que no son dueñas de la Palabra que de ti fluye como fuente inagotable de agua divina que sacia la sed espiritual de tantas almas que te buscan sin descanso, no sólo en los patios de las religiones; y tú te deja encontrar, porque la forma de conocerte no está en la razón de una rígida doctrina.
Te conocemos y te desconocemos dueño de la vida,
pero prefieres seguir velando la revelación de tu amor, entregándosela a manos
llenas a los humildes y sencillos, mientras que a mucho de nosotros, nos pones
el camino difícil hacia ti, porque no usamos el corazón como lugar de
encuentro contigo, sino el culto sin sazón.
Te conocemos y te desconocemos, dueño de los
milagros, porque aun te pedimos signos de tu existencia, de tu paso por el
mundo, y nuestro mundo, porque si no vemos, no creemos, y lo único que nos
lleva hasta ti es dejarnos amar sin condiciones por ti, y amarte sin restricciones
a ti.
Te conocemos y te desconocemos, Señor, amor y
amado, permítenos conocerte y reconocerte una vez más, en el lugar de tu preferencia, y condúcenos de la mano hasta él donde tú te sueles pasear con frecuencia, para tomarte de la mano y jamás soltarte.
Yerko Reyes Benavides
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