No voy a hacer una apologética del Amor. Ni si quiera voy a entrar en alguna definición. En algún escrito anterior probablemente esté esa parte etimológica, aparte de la doctrinal, apegada a las tradiciones y magisterio.
Acá, cuando entramos al Taller del Carpintero, vamos con la costra encarnada y totalmente incrustada en la piel, en el alma, en el corazón. Vamos para que sea Jesús quien nos de el jalón que necesitamos para que la herida ventile y los fluidos acumulados drenen hasta limpiar toda el área en cuestión. Ahí comienza la curación. La costra ha de ser arrancada y la mano ágil del carpintero de Nazaret no tendrá inconveniente de hacerlo, con recato pero también con firmeza.
Con la experiencia a flor de piel, decimos, hay muchas maneras de amar y la mayoría de sufrir por ellas, con ellas, en ellas o sin ellas. Si, en realidad así de complicados somos. Nuestros no saber se convierten en nuestra mayor pretensión, y vamos por la vida pretendiendo saber lo que no sabemos en realidad: Amar.
Descansa un poco, Jesús ya viene, y mientras lo haces pregúntate solo esto: ¿De qué amor vienes? y, si sinceramente respondes, sabrás lo que te espera al llegar Jesús.
Yerko Reyes Benavides
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