No, no me refiero al “acto de piedad” que dispone a la
intimidad de nuestro interior para acoger a Jesús Sacramentado de forma “simbólica”
o “espiritual” en el corazón, ante la “imposibilidad” –restrictiva de la norma-
de tomarlo en forma completamente litúrgica y sacramental.
Esta forma de “comunión espiritual”, sea dicho de paso, es
tan valiosa y significativa como la otra, la “real” (según algunos) aunque no
se equipare canónicamente.
La Comunión Espiritual a la que me refiero pudiese ser mejor
entendida si le modificamos ligeramente el término empleado y la denominamos “Comunión
de Almas” (que me parece un tanto restrictivo porque sugiere la aun no superada
dualidad platónica de alma-cuerpo como superpuestos o incluso contrarios y
enfrentados).
Comunión Espiritual es lo que en ti hay de mí, y lo que en
mi ha de ti que nos hace uno, más allá que compartamos la misma esencia y
naturaleza. Lo que Dios ama en ti es lo que ama en mi y, lo que él ama en ti me
hace amarte a ti, tal como el te ama. Es decir me hace amarte por lo que eres y
no por lo que espero, anhelo, deseo que seas. Amarte en a mi conveniencia hace
del amor un acto interesado y egoísta y me convierte en ególatra.
Aunque no espero que lo hagas, y aunque no lo hagas igual te
seguirá amando, porque Jesús lo hace aunque no cambies, porque el amor de Dios
no está sujeto a que le correspondas, sino que es expresión de su esencia
porque, para Dios su libertad es el Amor sin condición, sin restricción, sin,
incluso ser correspondido.
Sin embargo, yo no soy Dios, y como humano, espero, aunque
trabaje para amarte como Dios te ama que tú también hagas el esfuerzo de
ello.
Cuando yo amo lo que hay en ti de mí, y tu amas lo que de ti
hay en mi, entonces, abrimos el corazón y el espiritual para que el amor de
Dios nos vaya haciendo uno en su Divinidad y nuestro amor Dios, tú y yo en
comunión nos haga perfecto como Dios es perfecto.
Yerko Reyes Benavides
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